Frecuencia Zero FM

La vacuna de la discordia

En esta edición de nuestro programa hablaremos del registro de la primera vacuna rusa contra el COVID-19 y de la reacción de los medios internacionales a esta noticia.

La vacuna de la discordia

En esta edición de nuestro programa hablaremos del registro de la primera vacuna rusa contra el COVID-19 y de la reacción de los medios internacionales a esta noticia.

Ratas a la carrera por 10 millones de dólares

En esta edición de nuestro programa hablaremos de la recompensa de 10 millones de dólares por información que conduzca al arresto de cualquier extranjero que busque interferir en el proceso electoral estadounidense. Nada más y nada menos. Es justo el importe que ha prometido en público esta semana el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, a cambio de cualquier información referente a posibles injerencias en la campaña presidencial del 2020. Lo único que sorprende en esta propuesta es que no dijo directamente «cualquier ruso» en vez de «cualquier extranjero». Porque varios medios internacionales titulan precisamente por ese camino: Pompeo ofrece 10 millones por información de injerencia rusa. Para el público la expresión «injerencia rusa» parezca casi una expresión estable. Desde hace varios años no vemos más injerencias en llamados «procesos democráticos» en Occidente que injerencias rusas. En nuestras ediciones anteriores hemos analizado todo un abanico de nuevas y no tan nuevas acusaciones contra Rusia en los medios internacionales con la pandemia del coronavirus como telón de fondo. Algunos de nuestros colegas acusaron a Rusia de espiar para obtener datos de las vacunas contra el coronavirus. Los medios británicos acusaron a Rusia de haber pagado a los talibanes para que mataran a los militares británicos. Acto seguido, salió publicado en el Reino Unido el llamado «Informe Rusia» divulgado por el Comité de Inteligencia y Seguridad del Parlamento británico que aborda la supuesta influencia de Rusia en el referendo de 2016 para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. La semana pasada varios medios estadounidenses, en particular The New York Times y Associated Press, afirmaron que Rusia ha estado difundiendo desinformación sobre el COVID-19 para influir en las elecciones presidenciales del 2020 en Estados Unidos. Y toda esta avalancha de acusaciones llegó en cuestión de semanas. Ya nos preguntábamos en qué momento tocaríamos fondo, es decir, si hay un límite razonable para las acusaciones contra Moscú. Y la verdad es que parece que no. Esta semana el Departamento de Estado de Estados Unidos publicó un extenso informe titulado ‘Los fundamentos de la desinformación y la propaganda en Rusia’. El documento describe Rusia como la «principal amenaza» de la desinformación y la propaganda, de la cual el Kremlin es responsable. El informe promete que Estados Unidos y sus aliados no «se quedarán de brazos cruzados mientras Rusia abusa de las formas modernas de comunicación». «EEUU: Rusia difunde desinformación en internet», titula la agencia Associated Press. La verdad es que el informe no ofrece ningún dato nuevo, ninguna revelación. Según el Ministerio de Exteriores ruso, ese documento es otra manifestación de la política de difamación contra Moscú. «Moscú: EE.UU. difama de nuevo a Rusia», titula la edición en español de RT. Parece que no habrá límite razonable para las acusaciones antirrusas en los medios internacionales. Mientras tanto, la palabra difamación en esta situación particular incluso podría parecer demasiado suave. Aprovechando como pretexto la presunta intromisión rusa en los comicios de 2016, Washington a su vez parece que no se da cuenta de lo qué está haciendo al ofrecer estos 10 millones de dólares por información que conduzca al arresto de cualquier extranjero (léase ruso) que busque interferir en el proceso electoral estadounidense. Da la impresión de que Estados Unidos no está consciente de que la recompensa ofrecida por Pompeo, es una injerencia directa y pública en asuntos de otros países. «EEUU ofrece recompensa por información sobre interferencias en las elecciones», titula a una de sus crónicas El Nuevo Herald TV. Según Lea Gabrielle, directora del Centro de Participación Global del Departamento de Estado, «Rusia está desempeñando un papel importante para crear y difundir información falsa y propaganda sobre muchos temas». El informe del Departamento del Estado detalló un presunto «ciclo de desinformación respaldado por Rusia», el cual difunde datos falsos en internet a través de funcionarios estatales y reportes de medios financiados por el Estado, al infiltrar las conversaciones en las redes sociales en Estados Unidos, y aprovechando un marco engañoso de sitios web. «Rusia tiene un largo historial de difusión de desinformación sobre temas de salud y ciencia. Y el ecosistema de desinformación ruso explota el miedo y la confusión», concluye Gabrielle. Hay que decir que la confusión se ha convertido en un arma universal para los medios internacionales. Un buen ejemplo es el terremoto político que ha causado un tuit del presidente estadounidense, Donald Trump, en el que reflexionaba sobre el recuento de votos en las próximas elecciones. Los medios enseguida le acusaron de un intento de aplazar las elecciones, aunque no tiene el poder de hacerlo. ¿De qué están hablando los políticos y los medios estadounidenses si el presidente de Estados Unidos simplemente no tiene el poder de aplazar las elecciones? Eso es precisamente explotar el miedo y la confusión. Porque casi acusan a Trump de un intento de golpe de Estado, cuando técnicamente no hay manera de hacerlo. Pero volvamos al tema de los 10 millones de dólares prometidos por el secretario de Estado, Mike Pompeo, por información que identifique a las personas que trabajan con gobiernos extranjeros para interferir en las elecciones estadounidenses mediante actividad cibernética ilícita. La pregunta clave ahora es quién ganará este importante premio. «Desde hace tres años, el Kremlin utiliza dinero público y tecnologías privadas para incursionar en elecciones y referéndums de otros países», escribió en 2019 en uno de sus artículos programáticos el corresponsal del diario español El ABC en Washington David Alandete. El mismo Alandete que anteriormente, siendo vicedirector de El País, narró la saga de la presunta injerencia rusa en Cataluña. «Cómo la maquinaria de injerencia rusa pasó de desestabilizar Europa a Iberoamérica», titula El ABC. Un buen recordatorio y toda una advertencia. La única pregunta que queda es de qué serviría a Rusia  cooperación diplomática con una Cataluña independiente a cambio de dar por válida la declaración de independencia en Cataluña en 2017. Pero volvamos de nuevo a estos 10 millones de dólares (que no es poco) prometidos por el secretario de Estado, Mike Pompeo. Como

Tácticas de desinformación soviética

En esta edición de nuestro programa hablaremos de «las tácticas de los espías rusos que podrían usarse en las elecciones de Estados Unidos», según los medios internacionales. En nuestras ediciones anteriores analizamos una avalancha de nuevas y no tan nuevas acusaciones contra Rusia en los medios internacionales con la pandemia del coronavirus como telón de fondo. Algunos de nuestros colegas llegaron a acusar a Rusia de espiar para obtener datos de las vacunas que están desarrollando otros países. Paralelamente, medios británicos acusaron a Rusia de haber pagado a los talibanes para que mataran a los militares británicos. Acto seguido, salió publicado en el Reino Unido el llamado «Informe Rusia» divulgado por el Comité de Inteligencia y Seguridad del Parlamento británico. Este documento aborda la supuesta influencia de Rusia en el referendo de 2016 para la salida del Reino Unido de la Unión Europea, pero concluye que será difícil probarla. Y finalmente, esta semana los medios estadounidenses afirmaron que Rusia ha estado difundiendo desinformación sobre el COVID-19 para influir en las elecciones presidenciales del 2020 en Estados Unidos. El diario The New York Times y la agencia Associated Press sostienen que «los servicios de inteligencia rusos están utilizando tres sitios web en inglés para propagar desinformación sobre la pandemia de coronavirus, tratando de aprovechar una crisis que Estados Unidos ha tenido problemas para contener mientras se acerca la elección presidencial de noviembre». Mientras tanto, una de las vacunas rusas contra el coronavirus está en la etapa del registro nacional, que culminará en agosto. En medio de esta carrera por obtener el remedio, el Kremlin califica como «fobia obsesiva» las nuevas acusaciones difundidas en los medios estadounidenses, según una crónica de la edición en español de RT. Parece que la noticia aquí efectivamente es la vacuna rusa que está a punto de llegar. Pero aparentemente no es así para nuestros colegas de Associated Press y The New York Times que sostienen que la noticia es que los servicios de inteligencia rusos están utilizando tres sitios web en inglés para propagar desinformación sobre la pandemia de coronavirus. Luego resulta que no son los servicios de inteligencia rusos, que los sitios web en cuestión apenas tienen importancia que se les otorga y que toda esta historia viene de unos funcionarios anónimos que no están autorizados a hacer declaraciones públicas. Pero en cualquier caso es curioso saber de qué acusan a Rusia o a las autoridades rusas nuestros colegas de Associated Press y de The New York Times. «EEUU: Rusia detrás de difusión de desinformación sobre COVID-19», dice un titular de The Associated Press. Da la impresión de que toda esa historia aparece para completarla con la última frase de la permanente intromisión rusa. Parece increíble, pero los autores no ofrecen ningún detalle que oriente al lector. ¿Qué importancia tienen estos tres sitios web en inglés? ¿Qué repercusión ha tenido la información que los medios estadounidenses describen como la «desinformación rusa»? ¿De qué tipo de historias estamos hablando? Efectivamente no hay ningún detalle al respecto. Desde este enfoque no extraña que Rusia lo desmienta simplemente como «fobia obsesiva», porque en la realidad hay poco que desmentir. Más aún, el Kremlin  a su vez habla de una nueva campaña de desinformación por parte de Occidente. «Rusia niega haber propagado información falsa sobre COVID-19 en EEUU», titula Telesur. Toda esta historia causa una fuerte sensación de deja vu. Las acusaciones contra Rusia no son nuevas. Como en muchas ocasiones anteriores, nuestros colegas de los medios internacionales citan a fuentes anónimas, no autorizadas a hacer declaraciones públicas. Pero en la realidad lo que están haciendo esas fuentes son declaraciones públicas que tienen mucha repercusión y que enseguida llegan al otro lado del Atlántico. En la realidad, lo único nuevo en toda esta historia es el coronavirus. Paradójicamente, están de acuerdo en ello nuestros colegas de los medios estadounidenses. Un informe de CNN «revela» que los esfuerzos de Rusia para entrometerse en las elecciones estadounidenses de 2016 podrían haberse producido con las tácticas de desinformación soviética de 1983. «Estas son las tácticas de los espías rusos que podrían usarse en las elecciones de EEUU.», titula la edición en español de la CNN. En toda esta situación no hay que olvidar de que una guerra de información como mínimo tiene dos partes encontradas. La llamada «desinformación soviética» de los años 80 respondía a la propaganda occidental que no tenía nada que envidiar. Desde esta perspectiva, no extraña que los medios estadounidenses no dejen sus intentos de desacreditar los estudios rusos para conseguir la vacuna contra el COVID-19. Las acusaciones más recientes llegan cuando faltan pocas semanas para el inicio de la producción de la vacuna rusa contra el coronavirus que podría llegar hasta América Latina. Se sobreentiende que semejantes perspectivas preocupan a Estados Unidos y no lo ocultan. «Hay preocupación internacional por la vacuna rusa contra el COVID-19, que sería autorizada en cuestión de días», titula la edición en español de la CNN. La preocupación internacional por la vacuna rusa no es nueva. Como tampoco es nueva la «fobia obsesiva» frente a la presunta intromisión rusa. A principios de julio, el mismo The New York Times acusaba al presidente estadounidense Donald Trump de ignorar los informes de inteligencia sobre las injerencias rusas. «Donald Trump tiene otro problema ruso: falta de estrategia e informes de inteligencia sin leer», titula la edición en español de The New York Times. «Habría actuado de haber tenido conocimientos de que habría una recompensa rusa a cambio de vidas de militares estadounidenses», escribe The New York Times. Nuestros colegas se refieren al rumor, porque no es más que un rumor, que Rusia había pagado a los talibanes en Afganistán por matar a los militares estadounidenses. La clave de esa frase tan característica son los interminables inclinaciones condicionales: habría actuado, habría recompensa. La verdad es que se entiende perfectamente por qué Trump ignora algunos de esos informes, tal y como dice The New York Times. En la realidad no son informes, sino especulaciones sin pruebas fidedignas

El «Informe Rusia»

En esta edición de nuestro programa hablaremos de cómo Rusia «envenenó la política inglesa», según dice esta semana un titular del diario español La Vanguardia. Desde hace unos días, el Reino Unido y la Unión Europea están patas arriba a causa de la publicación del llamado ‘Informe Rusia’, divulgado por el Comité de Inteligencia y Seguridad del Parlamento británico. Este documento aborda la supuesta influencia de Rusia en el referendo de 2016 para la salida del Reino Unido de la Unión Europea, pero concluye que será difícil probarla. No obstante, esto no impide a los autores de este informe, así como a algunos de nuestros colegas decir que a partir de ahora, la «nueva normalidad», tal como es calificada en el informe, será el entremetimiento de Moscú en los asuntos británicos de forma secreta y disimulada. «Informe desde Londres: Británicos acusan a Moscú de interferir en sus elecciones», titula la edición en español de France 24. Tal y como explica la corresponsal de France 24, a pesar de prometer mucho, el informe añade poco a la información sobre las presuntas injerencias rusas que ya ha estado circulando en los medios internacionales desde hace tiempo. No da respuestas a ninguna de las preguntas clave. Ni siquiera saben si esa supuesta intromisión tuvo efecto alguno en los «procesos democráticos». Sin embargo, sobre esa base tan poco clara acusan al Gobierno o incluso a varios Gobiernos británicos de subestimar, de hacer caso omiso a la llamada «amenaza rusa». Y aunque no hay pruebas fidedignas exigen explicaciones y reacciones tanto a las autoridades rusas, como a las británicas. Y esas explicaciones no tardaron en llegar. «Informe sostiene que será «difícil» probar supuesta injerencia rusa en referendo del Brexit», titula a una de sus crónicas la edición en español de France 24. A primera vista la situación parece absurda. Aparece un informe que no aporta nada a las anteriores teorías de la conspiración. Sin embargo, ese informe causa un terremoto político y una avalancha de acusaciones contra Rusia no solo por su presunta influencia sobre el Brexit que «será difícil de comprobar». Los medios británicos e internacionales sacan a la vista todo un historial de presuntas injerencias y pecados rusos. Y enseguida queda claro que la publicación del informe ahora no ha sido  casual. Aunque efectivamente el informe no ofrece ninguna prueba fidedigna que fundamente la versión de la injerencia rusa en 2016, su publicación ha abierto la caja de Pandora. Los medios británicos y los internacionales han vuelto a acusar a Moscú de todos los males del mundo. Una crónica de la edición en español de France 24 ofrece un resumen. No han olvidado de nada nuestros colegas de France 24, parece. Los rusos incluso han intentado robar la información referente a los estudios de la vacuna contra el coronavirus. Aunque será difícil comprobarlo y no se sabe si los rusos han sacado algún provecho. Esto ya parece una nueva ofensiva a gran escala contra Rusia, aunque todavía no sabemos cuál es su objetivo final en esta ocasión. Sin embargo, ya está claro que unos de los blancos principales de esta campaña serán los medios estatales rusos como la agencia Sputnik o el canal RT con sede en Londres, los principales instrumentos de la influencia rusa, según las autoridades británicas. Esta semana RT informa en una de sus crónicas de que una carta a la que han tenido acceso las autoridades británicas exigen que la reguladora Ofcom revise la licencia de trasmisión de RT en ese país citando precisamente el «Informe Rusia». Sin duda el «Informe Rusia» es una buena oportunidad para intentar revisar la licencia de trasmisión de RT. Pero según opinan algunos medios internacionales, el Gobierno de Boris Johnson y sus seguidores no creen en la teoría de la conspiración de la injerencia de Putin. En su opinión el objetivo final de esta campaña no es Rusia ni sus medios de comunicación estatales, sino desacreditar como poco democrático el resultado del Brexit. Desde este enfoque no extraña que estos días reaparezca en los medios Marina Litvinenko, de 57 años, viuda del ex espía Alexander Litvinenko envenenado en Londres hace 14 años para decir que «el dinero ruso está tan metido en la política británica que es casi imposible separarlo». Marina Litvinenko: «El dinero ruso está tan metido en la política británica que es casi imposible separarlo», titula el diario digital español El Público. Algunos comentarios de Marina Litvinenko nos podrían ofrecer una pista para suponer a qué viene toda esta actividad anómala antirrusa relacionada con la publicación del «Informe Rusia». Lo que queda claro que en esta ocasión los blancos de campaña no solo están en Rusia, sino en el propio Reino Unido. El diario español La Vanguardia opina que el Gobierno Johnson y sus seguidores no creen en la teoría de la conspiración de la injerencia del presidente ruso, Vladímir Putin, pero sí en la de una campaña proeuropea para impedir que se implemente el Brexit, y sobre todo para desacreditar como poco democrático el resultado del referéndum. «Rusia envenena la política inglesa», titula La Vanguardia. No hay más que aplaudir a las preguntas que hacen nuestros colegas de La Vanguardia. Sin embargo, es cierto que los que acusan a Rusia de todos los males, tanto los políticos, como los medios de comunicación, no tienen respuestas a esas preguntas. Y eso que por ejemplo han pasado ya 14 años desde la muerte de Alexander Litvinenko y 4 años desde el referéndum del Brexit. Hay varias posibles explicaciones. La primera que se ocurre, y la más obvia, es que a lo mejor efectivamente no hay pruebas y nunca las habrá. Y la segunda, la alternativa, es que no hay respuestas a esas preguntas porque en esencia nadie quiere tenerlas para poder especular infinitamente con los temas de la injerencia o del dinero ruso. Si no es lo mismo. Desde este enfoque la situación cuando las respuestas dependen de cuánto crea uno en las teorías de la conspiración es la mejor posible.

La carrera por la vacuna

Esta semana hablaremos de la carrera para encontrar la vacuna que proteja a la humanidad del coronavirus y de su cobertura en los medios internacionales. Mientras la ciencia trabaja a marchas forzadas para encontrar el antídoto contra el COVID-19, algunos de nuestros colegas trabajan desesperadamente para encontrar un nuevo escándalo de espionaje con la presunta «huella rusa». Esta semana varios países anunciaron que han conseguido «resultados prometedores» en la carrera internacional por la vacuna. En Rusia, el primer grupo de participantes en las pruebas clínicas de una vacuna que desarrollan el Ministerio de Defensa ruso y el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya fueron dados de alta del hospital militar Burdenko de Moscú. Desde el Ministerio de Defensa señalaron que «el principal objetivo» de su participación en los ensayos fue comprobar «la seguridad y tolerancia a los componentes de la vacuna». La noticia del éxito de los ensayos rusos coincidió con el inicio de un nuevo gran escándalo. Varios medios internacionales acusaron a Rusia de espiar para obtener datos de las vacunas que están desarrollando algunos países. «El Reino Unido, Estados Unidos y Canadá acusan a Rusia de intentar robar datos de la vacuna contra el coronavirus», titula esta semana el diario español El País. Antes de nada esperamos que los científicos británicos que llevan a cabo las investigaciones sobre la vacuna frente al coronavirus no operen con las cifras y porcentajes de la misma manera que el Gobierno británico. Parece que esa «certeza casi absoluta» es una actualización de la expresión anterior «highly likely» o «altamente probable» introducida en su momento por las autoridades británicas para hablar de las presuntas intromisiones rusas. Otra obra maestra del periodismo es la frase que se refiere a una «certeza del 95%». No se trata del 99% como se dice habitualmente, sino del 95%. ¿Cómo han hecho los cálculos para legar a esa cifra tan precisa? Es importante destacar que además de esa cifra impresionante nuestros colegas no ofrecen ninguna prueba fidedigna que fundamente su versión. Para entender mejor la situación, así como para entender por qué aparece ahora este nuevo «escándalo de espionaje», vamos a analizar noticias de otros medios, incluidos los medios rusos. Como hemos dicho ya el primer grupo de participantes en las pruebas clínicas de una vacuna que desarrollan el Ministerio de Defensa ruso y el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología fueron dados de alta del hospital militar Burdenko de Moscú. «Finalizan las pruebas de la primera vacuna rusa contra el coronavirus», titula a una de sus crónicas la edición en español de RT. Pues me pregunto si esa no sería la vacuna que Rusia robó a Occidente, según los medios internacionales. Pero hablando en serio, resulta que la vacuna que desarrollan el Ministerio de Defensa ruso y el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología no es la única que está cerca al inicio de la producción, según RT. Pues como vemos los investigadores rusos están a punto de lanzar la producción masiva de la vacuna. Y eso que en condiciones normales lleva años desarrollar una vacuna. Y no solo a punto de lanzar la producción, sino también las exportaciones, según un reportaje de Telesur titulado «Rusia: avanzan satisfactoriamente pruebas para vacuna de la COVID-19». Como acabamos de escuchar los principales mercados para posibles vacunas rusas estarían no solo en las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, sino también en América Latina. Y por lo que llega a los medios de los investigadores rusos que prometen ya lanzar la producción tan pronto como en agosto o septiembre esas exportaciones podrían hacerse realidad en un futuro próximo. Mientras tanto, otros proyectos de vacuna no avanzan tan rápido. Según la Organización Mundial de la Salud actualmente hay como mínimo 137 proyectos de investigación de la vacuna contra el coronavirus. Entre ellos la compañía biotecnológica estadounidense Moderna que está a punto de iniciar la última fase de ensayos clínicos, con la vista puesta en comienzos de 2021 para su aprobación final. «Así está la carrera internacional por la vacuna frente a la Covid-19 tras el pase a fase 3 del proyecto de Moderna», titula a una de sus crónicas 20 Minutos TV. Llama la atención que en la mayor parte de los reportajes sobre la carrera internacional por la vacuna contra el coronavirus no figuran los proyectos rusos. Parece evidente que, según la información que nos viene de los medios, esos proyectos adelantan a muchos proyectos de otros países en lo que se refiere a los plazos previstos para iniciar la producción. En esta situación cuando la ciencia trabaja a marchas forzadas para encontrar el antídoto contra el COVID-19, algunos de nuestros colegas se esfuerzan para descubrir un nuevo escándalo de espionaje con la presunta «huella rusa». Es evidente que no es casual que la acusación de que Rusia está espiando para conseguir información sobre algunos proyectos de vacuna extranjeros coincida con la información sobre los avances de los investigadores rusos. Más aún, cuando los principales mercados para las vacunas rusas estarían no solo en las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, sino también en América Latina. Desde este enfoque no hay más remedio que descubrir un nuevo «escándalo de espionaje» tanto para perjudicar a la imagen de los productores rusos, como para encontrar pretexto para introducir nuevas sanciones que impidan las exportaciones a ciertas regiones.

La huella rusa en Serbia

En esta edición de nuestro programa hablaremos de las protestas en Serbia y de su interpretación por los medios internacionales. Esta semana Serbia estalló contra una nueva tanda de confinamientos introducidos por las autoridades locales a causa del coronavirus. Una manifestación que se celebró el martes por la noche en Belgrado desembocó en duros enfrentamientos con las fuerzas del orden a las puertas del parlamento después de que el presidente del país anunciara la vuelta a las restricciones de movimiento. Parece que semejante respuesta popular a las medidas que se aprobaron con el pretexto de un nuevo incremento de casos sorprendió a algunos de nuestros colegas de los medios internacionales. Algunos incluso intentaron encontrar una explicación recurriendo a su truco tradicional. Hubo voces que enseguida apuntaron a Rusia como posible «autora» de los disturbios. No es nada nuevo. Sabemos ya de antemano que para muchos medios europeos cualquier tipo de crisis en Europa últimamente se debe a lo que llaman «intromisión rusa». Para intentar ser objetivos, analizaremos la cobertura de las protestas en Serbia en algunos medios internacionales. «Serbia estalla contra el nuevo confinamiento decretado por Aleksandar Vucic», titula a una de sus crónicas Euronews. El panorama que se perfila a través de esa crónica de la edición en español de Euronews parece muy claro. Las autoridades serbias levantaron el confinamiento prematuramente para celebrar las elecciones presidenciales, pese a las protestas de la oposición. Y la verdad es que precisamente los partidos de la oposición serbia se perfilan como los primeros interesados en organizar esas protestas. ¿Qué papel tiene aquí Rusia? Es evidente que la respuesta es «ninguno». Hay un detalle importante que es preciso destacar. Normalmente, nuestros colegas de los medios occidentales citan la cobertura por medios oficialistas rusos de una crisis en Europa como prueba de que se trata de una injerencia rusa. Esta vez parece que la cobertura por parte de los medios en cuestión ha sido impecable. «Segunda noche de enfrentamientos en Serbia tras el anuncio de una nueva cuarentena por el COVID-19», titula a una de sus crónicas RT. La verdad es que no hay una gran diferencia entre la cobertura que ofrece Euronews y la interpretación de RT. Ambas cadenas informan de que miles de personas se congregaron en la capital de Serbia, Belgrado, y otras ciudades importantes del país para protestar contra la intención del Gobierno de reimponer la cuarentena por el coronavirus. Quizás RT, destaca un poco más que la Policía antidisturbios utilizó gases lacrimógenos para dispersar a las mutlitudes y también el hecho de que los manifestantes lanzaron piedras contra las fuerzas de seguridad. Por lo demás, no se difieren mucho las dos crónicas. Parece que los medios oficialistas rusos no están enterados de que participan en un plan para instigar protestas en Serbia. Como tampoco las autoridades serbias tienen constancia de la presunta injerencia rusa. No obstante, también es cierto que lo que comenzó el martes como una protesta contra la anunciada segunda ronda de medidas restrictivas para contener los rebrotes de СOVID-19, rápidamente se convirtió en un intento de asaltar el Parlamento y en enfrentamientos con la Policía. Una de las versiones que pretende explicar la magnitud de las protestas consiste en que detrás están varias fuerzas de la oposición que acusan a las autoridades de levantar restricciones anteriores prematuramente para celebrar las elecciones presidenciales. Y la verdad es que la respuesta del presidente del país a los disturbios lo confirma aunque indirectamente. Las autoridades de Serbia lo tomaron muy en serio y dijeron el jueves que las reuniones de más de 10 personas en la capital de Belgrado estaban prohibidas. «Prohiben reuniones de más de 10 personas tras protestas en Serbia», titula la edición en español de AP TV. Surge la misma pregunta: ¿Dónde está la huella rusa en este asunto?  Parece una cosa totalmente interna. Sin embargo, algunos medios digitales enseguida lanzaron de la versión de una nueva injerencia rusa para desestabilizar la situación en Serbia. Hasta el Ministerio de Exteriores ruso se vio obligado a responder esta semana a las acusaciones. Les ofrecemos la traducción de un comentario oficial publicado en la página web del MAE ruso. «Algunos medios de comunicación digitales informaron de una presunta huella rusa en los disturbios en la capital serbia, que se produjeron el 7 y el 8 de julio. Es evidente que los autores de esta noticia falsa pretenden actuar de acuerdo con las teorías de la conspiración que vienen de sus patrocinadores que ven una mano de Moscú por todas partes. En la realidad se trata de una noticia por encargo de muy baja calidad que pretende conseguir el único objetivo de comprometer las relaciones entre Rusia y Serbia. Esperamos que la violencia acabe pronto y que en nuestro país amigo Serbia se restablezcan orden público y la estabilidad, que todos los debates sociopolíticos que abarcan temas acuciantes para el país vuelvan al marco constitucional».    A juzgar por las crónicas de algunos medios internacionales que hemos analizado en esta edición de nuestro programa, la versión de la injerencia rusa en Serbia no cuadra con la realidad. Sin embargo, cuadra perfectamente con la teoría de que Rusia aprovecha la pandemia del coronavirus para desestabilizar a Europa. Es cierto que las teorías de la conspiración abundan en tiempos del coronavirus. La pandemia es una realidad que no todos están dispuestos a aceptar. A muchos les resulta más fácil aceptar una teoría de la conspiración en la que alguien maneja los hilos. Tampoco es nueva la idea de que Moscú actúa activamente en los Balcanes Occidentales para ampliar su esfera de influencia al ver que la Unión Europea tiene interés en fortalecer sus relaciones con la región. «Rusia pone el ojo en los Balcanes», tituló la edición en español de Euronews a una de sus crónicas del pasado verano. Tibor Ördögh, profesor adjunto de la Universidad Nacional de Servicio Público, dijo entonces que los intentos de Rusia han fracasado en algunos países. «Rusia también ha intensificado sus actividades al darse cuenta

¿Quién pagó a los talibanes?

En esta edición de nuestro programa hablaremos de nuevas acusaciones contra Rusia por parte de Estados Unidos y el Reino Unido que causaron esta semana un terremoto político. Esta vez Washington y Londres, o mejor dicho sus medios de comunicación, acusaron a Rusia de haber ofrecido dinero a combatientes talibanes en Afganistán a cambio de matar a soldados estadounidenses y británicos. Nada más y nada menos… Y pese que todavía no hay pruebas fidedignas, no hay pruebas simplemente, ya hay voces a ambos lados del Atlántico que exigen castigar a Rusia por ese supuesto complot que ya comparan con declaración de guerra a Washington y Londres. No importa que los dos presuntos conspiradores lo desmientan. La embajada rusa en Estados Unidos y un portavoz de Talibán señalaron por separado que esa información es falsa. Sin embargo, la CNN y The New York Times continúan con sus revelaciones. Cabe destacar que sus fuentes de información son muy particulares y, como es habitual, anónimos. Primero, un funcionario de inteligencia europeo dijo a nuestros colegas que las autoridades rusas ofrecieron dinero a combatientes talibanes en Afganistán a cambio de matar a soldados estadounidenses o británicos. Y después otro funcionario, esta vez estadounidense, confirmó a CNN la existencia de información de inteligencia sobre transferencias de dinero. Pero, ojo, no está claro si es un reporte verificado, ni a quiénes habrían contactado los «funcionarios rusos». Parece impecable esa información… Un modelo perfecto de una noticia falsa. Más aun, porque «funcionarios rusos» para los medios internacionales puede significar cualquier cosa. «Rusia ofreció dinero a Talibanes para matar soldados estadounidenses, indican fuentes», titula la edición en español de la CNN. Da la impresión de que el propio José Levy que nos cuenta esta noticia no se lo puede creer y piensa «a ver, cómo lo explico». En su crónica siempre utiliza modo condicional cuando se refiere al presunto complot entre Rusia y los talibanes. Además, parece que nuestro reputado colega tiene memoria corta. Porque cuando dice que Rusia lo está haciendo porque pretende desestabilizar las influencia estadounidense, evita recordarnos un poco de dónde emergió el Talibán y quien lo financió. Y la realidad es que este movimiento terrorista creció con el dinero de Estados Unidos inyectado para «desestabilizar» la influencia soviética y rusa en Afganistán. En semejante situación lo más interesante es cómo reaccionan las autoridades estadounidenses. Y hay que decir que su reacción no cuadra por decir algo con la versión de los medios. La Casa Blanca negó que el presidente Donald Trump tuviera información sobre el supuesto ofrecimiento de recompensa del gobierno ruso a talibanes para matar a soldados estadounidenses. «Niega Casa Blanca datos de recompensa de Rusia a talibanes», titula Telesur TV. Parece más que contundente. Pero no convence a nuestros colegas. Hay varias opciones. O bien la Casa Blanca miente, o bien no sabe lo que saben sus servicios especiales, o bien los servicios especiales no saben lo que sabe la CNN o The New York Times y sus poderosas fuentes anónimas. O bien las fuentes que citan nuestros colegas son unas fuentes militares. Pero parece que no es el caso. «El Pentágono no tiene evidencia de una conspiración entre Rusia y los talibanes», titula la edición en español de RT. Lo curioso es que los demócratas solo tengan preguntas a la Casa Blanca y no las tienen a los medios involucrados. Es decir que casi dan por hecho que es verdad que Rusia pagó a los talibanes para que mataran a los soldados estadounidenses. Lo que necesitan es que la Casa Blanca de explicaciones. A lo mejor ni eso. Ruben Gallego, demócrata en la Cámara de Representantes por Arizona, ya ha exigido que Estados Unidos castigue a Rusia, por el supuesto complot de funcionarios rusos para pagar recompensas a talibanes por matar a soldados estadounidenses en Afganistán. «Demócrata afirma que Trump debe castigar a Rusia por supuesto plan para atacar soldados», titula la edición en español de la CNN. Todo parece perfecto en este titular, un regalo de verdad de nuestros colegas a nuestro programa. Castigar a Rusia por supuesto plan. Un castigo real por un plan supuesto del que no han tenido noticia ni en la Casa Blanca, ni en el Pentágono. De lo que dijo el señor  Gallego cabe destacar la mención de la iniciativa del presidente Trump de permitir que Rusia se sume a la Cumbre del G-7. Eso sí que es muy sintomático y explica muchas cosas sobre esa historia. Como también es sintomático que los medios estadounidenses no están solos en su empeño de crear un nuevo gran escándalo en torno a Rusia que requiera una nueva tanda de sanciones antirrusas.  Medios británicos informan que unos funcionarios de seguridad británicos han confirmado que una unidad de inteligencia rusa, les dio dinero a rebeldes vinculados a los talibanes para asesinar a tropas de la coalición en Afganistán. No han sido funcionarios rusos como dice la CNN, sino una «unidad de inteligencia rusa» que les «dio dinero» (es curioso saber cómo) y no a los talibanes, sino a unos rebeldes vinculados a los talibanes. «Rusia Pagó Para Que Talibanes Atacaran A Tropas Británicas», titula a una de sus crónicas la edición de Sky News en español. La misma unidad que atacó a Skripal, paga ahora a unos rebeldes no identificados para que maten soldados estadounidenses en Afganistán, es lo que pretenden decir nuestros colegas británicos. Lo que más sorprende es la diferencia entre las versiones estadounidense y británica aunque conducen a la misma dirección. En la versión de Sky News los «funcionarios rusos» se convierten en «una unidad de inteligencia rusa». Parece que es cierto que «funcionarios rusos» puede significar cualquier cosa para nuestros colegas. Y una transferencia a los talibanes se convierte en una entrega de dinero. ¿Tal vez ha sido en efectivo? Y los talibanes se convierten en unos rebeldes próximos a los talibanes. La pregunta es si Washington y Londres están hablando del mismo complot o bien quieren decir que existen dos paralelos. Pero a

La cortina de humo

En esta edición de nuestro programa hablaremos de racismo, democracia y campañas de desprestigio. Aprovechando el debate animado por el movimiento Black Lives Matter y las protestas antirracistas por todo el mundo, varios medios internacionales dedicaron esta semana sus espacios a la investigación de un problema que de repente han detectado en Rusia. Tal y como escribe la BBC en su página web, esas protestas antirracistas no han tenido tanto eco en Rusia como en otros países. Pero la conclusión que sacan no es que el problema de racismo no sea tan agudo en Rusia como en el resto del mundo. Todo lo contrario. La conclusión que sacan nuestros colegas es que ser negro en Rusia es difícil. «Eso no quiere decir que la discriminación no sea allí (en Rusia) una realidad cotidiana para muchos», dice un artículo publicado en la página web de la BBC en español. Nuestros colegas informan de que en Rusia viven decenas de miles de personas de origen étnico mixto, además de inmigrantes de países africanos y caribeños que llegaron a trabajar o estudiar. Para averiguar cómo es ser negro en Rusia la BBC entrevistaron a cinco de ellos. Es muy probable que ese taxista no supiera muy bien qué significa ser racista, cuando contestaba a la pregunta de su «víctima» de si era racista. Más bien vale la primera explicación en la que dijo que si no le gusta una persona, no la recoje. Y es que hay también vídeos en redes sociales en los que algunos taxistas rusos efectivamente se niegan a recoger mujeres y hombres, independientemente del color de su piel, por que no les gustan. Más aun, existe ese tipo de taxistas en todo el mundo. Cabe destacar que la reacción de la empresa ha sido totalmente correcta. Lo que demuestra la respuesta de la empresa es que no se trata de un problema sistémico en contra de lo que dice la BBC. El problema que cuenta otra entrevistada, Isabel Kastilio, tiene que ver con el alquiler de casas. Cabe recordar que el racismo, según el diccionario de la Real Academia Española, es un sentimiento exacerbado del «sentido racial» de un grupo étnico, que habitualmente causa discriminación o persecución contra otros grupos étnicos. Si un propietario de un piso tiene dudas a la hora de alquilar piso a una persona con nombre extranjero no es porque sea racista, ni mucho menos. Es porque el propietario piensa que a lo mejor es extranjero y que será mucho más difícil encontrarle si efectivamente convierte su apartamento en un una guarida de drogas. Cabe también destacar que los problemas surgían a Isabel a la hora de hablar por teléfono con los propietarios de pisos, es decir que no podían saber su aspecto. Sin embargo, al parecer nadie se fija en semejantes detalles cuando cada vez se suman voces que cuestionan no solo las costumbres y tradiciones más arraigadas y comprensibles, sino también la visión de la historia oficial. Un buen ejemplo al respecto es el debate en torno a Winston Churchill por sus posturas racistas y colonialistas. Su liderazgo en la batalla contra el nazismo le convirtió en su momento en un ícono de las democracias occidentales. Sin embargo, nadie puede sentirse a salvo. «¿Es Winston Churchill un defensor de la democracia o sólo un racista?», se pregunta en uno de sus reportajes RT. La verdad es que cada vez más da la sensación de que esos debates sobre personajes históricos de todo tipo e importancia, así como esa cruzada contra algunos monumentos que presuntamente son símbolos de racismo, sirve para distraer la atención de algunos líderes y Gobiernos actuales. Los medios rusos acusaron esta semana de hipocresía a las autoridades y los medios estadounidenses  por su negativa de condenar escenas de violencia y brutalidad en su propio territorio. «Muerte de George Floyd: las críticas de China, Irán, Rusia y Turquía al gobierno de Trump», titula la edición en español de la BBC. La mención del tema del coronavirus por los medios rusos no es casual.  Varios medios internacionales han afirmado en reiteradas ocasiones que Rusia está ocultando el verdadero número de infectados y muertos por el coronavirus. Moscú siempre ha desmentido esas acusaciones. Hace unos días el Reino Unido se lanzó al ataque con una campaña de desinformación sobre Rusia que pretende demostrar que las autoridades rusas han estado mintiendo sobre la propagación del COVID-19. El Ministerio de Relaciones Exteriores británico lanzó una campaña de desinformación sobre Rusia, el manejo hecho en este país de la pandemia de COVID-19, así como sobre los datos relacionados con los contagios y muertes, escribe en su página web Telesur. Ante estos señalamientos, el Kremlin se pronunció y calificó como ‘absurdas’ estas declaraciones. «Rusia repudia campaña de desprestigio lanzada por Reino Unido en su contra», titula a una de sus crónicas Telesur. Cabe destacar que Occidente no solo acusa a Rusia, sino también a Irán y China de manipular la información relacionada con el coronavirus. Se entiende que tengan interés especial a China, pero qué importancia tiene Irán para el Reino Unido en lo que se refiere al COVID-19. Es precisamente un ejemplo similar al de Estados Unidos citado por el director de la agencia Rossiya Segodnia, Dmitri Kiseliov. Ahora el Reino Unido igualmente quiere «enseñar al planeta cómo vivir» cuando no solo «tiene en su propio territorio escenas de violencia y brutalidad», sino también el gran número de muertos por coronavirus». Ese ataque de Londres a Rusia coincide y también tiene algo en común con los debates sobre personajes históricos de todo tipo e importancia, así como con esa cruzada contra algunos monumentos que presuntamente son símbolos de racismo. Porque es evidente que sirve en primer lugar como una cortina de humo para distraer la atención de algunos líderes y Gobiernos actuales que no han actuado de mejor manera ante la pandemia del coronavirus.

La «cocina» de las sanciones

En esta edición de nuestro programa hablaremos de sanciones internacionales y de su trasfondo, según los medios internacionales. El Ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, tuvieron esta semana una conversación por teléfono que duró nada menos que una hora y media. Al término de esta conversación lo que más preocupaba a muchos de nuestros colegas de los medios internacionales era saber si han hablado de posible levantamiento de las sanciones antirrusas y de las contrasanciones rusas. Más aun, porque durante la pandemia del coronavirus hubo voces que llamaban a levantar algunas restricciones aunque fuera temporalmente, pero no funcionó. ¿Ha hablado con el Sr. Borrell sobre el levantamiento de las sanciones? ¿Tiene Rusia alguna esperanza de que la UE esté dispuesta a revisarlas, levantarlas o relajarlas? ¿Está Rusia dispuesta a relajar las contrasanciones? Ésas eran algunas de las preguntas que hizo a Lavrov la corresponsal de Euronews Galina Polonskaya en una rueda de prensa posterior a la conversación. Serguéi Lavrov: «Nunca pedimos el levantamiento de sanciones a Rusia», titula a una de sus crónicas la edición en español de Euronews. En contra de lo que decían algunos de los medios de comunicación internacionales, lo que en la realidad estaba pidiendo Rusia durante el auge de la pandemia del coronavirus no era levantar las sanciones antirrusas. Es decir algunos de nuestros colegas tergiversaron los hechos. Como dijo Lavrov, las acciones de Occidente en 2014 y en los años posteriores demostraron que los rusos necesitan confiar en sus propias fuerzas en todas las áreas clave. Y efectivamente, hubiera sido extraño que Moscú pidiera levantar sanciones para volver a depender de socios que en varias ocasiones han mostrado su inseguridad. La realidad es que Rusia como uno de los actores clave en el escenario internacional ha estado militando contra sanciones occidentales a otros países. Esta semana el canciller ruso declaró en Moscú que los planes de Estados Unidos para extender el embargo de armas a Irán no se hará efectivo debido a que son fundamentalmente contrarios al derecho internacional, informa Telesur. Lavrov advirtió que se utilizarán todas las posibilidades disponibles para que gane la justicia. Lo dijo en el marco de la visita del canciller de Irán, Mohamad Yavad Zarif, a Rusia. «Rusia asegura que EEUU no logrará extender el embargo de armas a Irán», titula a una de sus crónicas Telesur. De hecho, Irán no es la única preocupación de Moscú desde el punto de vista de las sanciones occidentales. Siria, que gracias a los esfuerzos rusos está cada vez más cerca a una vida normal tras varios años de una guerra civil que devastó la mayor parte del país, se ha convertido en objeto de nuevas sanciones económicas de Washington. Esas sanciones han sido criticadas no solo por Rusia, sino también por China e Irán. «Rusia, Irán y China critican las nuevas sanciones económicas de Estados Unidos contra Siria», titula a una de sus crónicas RT. Lo más curioso en toda esta historia de sanciones estadounidenses contra Siria son los argumentos legales que están detrás. Si en caso de Rusia por lo menos Occidente cita las presuntas interferencias rusas en elecciones en el extranjero, el tema de Crimea, en el caso de Siria los argumentos a favor de las sanciones se refieren claramente a la política interior del Gobierno de Asad. Siria no ha atacado a nadie, no interfiere en los asuntos de otros Estados y parece que no amenaza a nadie en el escenario internacional. Desde este enfoque las sanciones no parecen más que una venganza por el fracaso de la misión militar estadounidense en Siria. Analista internacional Juan Luís Gonzales Perez considera que se trata de terrorismo económico por parte de Estados Unidos cuyo objetivo es obstaculizar la normalización definitiva en Siria para el Gobierno del presidente Bashar al-Asad. No cabe duda que el presidente estadounidense, Donald Trump, pretende obstaculizar la normalización en Siria con las nuevas sanciones. Sin embargo, la pregunta clave es para qué lo necesita. Hay varias razones muy naturales. Sin embargo, al parecer existe una explicación más que no tiene nada que ver con la política internacional. El gobierno de Trump interpuso esta semana una orden de emergencia para que la justicia bloquee la publicación del polémico libro del exasesor de seguridad John Bolton. Trump sostiene que se trata de «una sarta de mentiras y un tema de ficción», lo que contradice y deja fuera de argumento la demanda presentada por el Departamento de Justicia, que asegura que compromete la seguridad nacional debido a que contiene información confidencial. Una de las tesis del libro que seguramente compromete la seguridad nacional es la que describe a un gobierno caótico y una política exterior basada en el interés de reelegirse. Cabe destacar que no solo se refiere a Siria o Irán el libro «The Room Where It Happened: A White House Memoir», sino también revela amenazas y planes injerencistas de Estados Unidos contra Venezuela. «Estados Unidos: Gobierno de Trump intenta impedir publicación del libro de Bolton», titula a una de sus crónicas Telesur. No sabemos si la tesis de Bolton que sostiene que la política exterior de Trump está basada en el interés de reelegirse es «mentira» o una revelación que «compromete la seguridad nacional debido a que contiene información confidencial». Pero a juzgar por la política de las sanciones contra países como Irán y Siria la segunda sugerencia parece estar más cerca de la verdad. Más aun, si analizamos lo que Washington ha hecho en los últimos años para «solucionar» el conflicto en Siria esas sospechas parecerán todavía más abrigadas.  En cualquier caso sería una buena idea leer con atención el libro de Bolton «The Room Where It Happened: A White House Memoir» para conocer mejor la cocina interna de la Administración de Trump en lo que se refiere a la política exterior.