Y sí, días como hoy necesito hablarte, vieja pretensión, dirás. Tal vez el primero de nosotros, Adán o Eva, qué más da, miró la tierra, el cielo, y te preguntó, por qué. Hoy, muchos, estamos así. Tratando de comunicarnos con vos para ¿explicarte? cómo funcionan las cosas acá, cómo vemos el universo desde la Tierra, en este país, nuestras casas y, principalmente,  desde la ventana que apenas nos deja ver algunos metros de cielo.

Esta muerte no la creemos particularmente injusta, para qué negarte que a veces decimos “por qué no te llevaste a otro habiendo tantos…” No queremos quejarnos por eso, más bien decirte cuánto nos faltan personas así. Expresar el vacío que nos dejan, no sólo por su muerte, también porque no vemos algo similar, a su altura. ¿Estás seguro, Dios, que sólo necesitamos uno de ellos cada 30, 40 ó 50 años? ¿No seríamos mejores si tuviéramos más personas de este tipo? Sí, ya sé, están nuestros familiares y amigos, a todos ellos los queremos, los amamos y respetamos. ¿Pero no hace falta un poco más de lo otro, algunos faros más? Es que no necesitamos ser fanáticos, no es necesario para nosotros y menos para ellos, no lo pretenden. Dios, me parece que nunca tuviste noviecita a los 10 u 11 años, que nunca estuviste tirado en algún lugar del mundo, envuelto y saturado de un sentimiento extraño hasta ese momento que tanto te gusta, el amor. No, me parece que nunca estuviste así, sin pisar ni volar, con todo a flor de piel y que de golpe, por esas casualidades que tanto te gustan, ¿milagros?, alguien encontrara un viejo cassette y comenzara a sonar “muchacha ojos de papel, adónde vas, quédate hasta el alba”. Para vos, inmortal, tal vez sea poco. Pero a nosotros, finitos, llenos de interrogantes y errores, nos deja una huella imborrable. Nos arroja a una sensibilidad que luego haremos carne en nuestros sueños, ¿raro no? Bueno, lo creaste vos. No creo que te sorprenda.

¿Sabés que el ruido que provocaba esa cinta vieja de cassette hacía aún más grande a la canción? Si, seguro que sí. Tenés claro lo que sienten los humanos cuando algo atemporal nos viene a interpelar. Sabés de los escalofríos, la piel de gallina, el nudo en la garganta, ¡hasta sabés porqué nos gusta tanto gritar una canción!

Está bien, llevalo, seguro estará orgulloso de sí al ver todo lo que se generó. Por las dudas contale, recordá qué todavía no sabemos muy bien qué hay después de la muerte. Quizás se viaja muy rápido a otro lugar del universo, en una de esas nuestro espíritu va tranquilo, sin extrañar, porque está seguro de que nos volvemos a ver. ¿Será otro universo? Tampoco pretendo que me desnudes todos los misterios de la vida, pero sí contale. Hablale de nosotros, de cuánto lo valoramos y del respeto que nos merece. Decile que, aún cuando esté viajando sin mirar atrás, nosotros te encomendamos su alma especialmente.

Ahí va…

por el espacio,

regando los malvones que sembró,

sin brújula y sin radio.


Jamás podrá volver a la tierra,

tardaremos muchos años en volver a encontrar,

su anillo en otra mano,

para decirnos por dónde volar.

ESCRITO POR PABLO LLENTILIN

Relacionadas