Diecisiete años esperaron (los que no tuvieron opción) para escuchar lo que sonó ayer en River. Eso ayuda a la expectativa. Pero hay que estar a la altura. Y no hubo dudas.

Debo reconocer que no soy un fanático de la primera hora. Con el tiempo, y escuchando sus discos, me he ido metiendo en el mundo FF hasta llegar a la actualidad. Cabe resaltar que tampoco es tan difícil entrar, si es que el rock despierta en uno algo más que un movimiento en el piecito.

Otra vez la fecha me sorprendió. Sin tener la idea de ir, una hora y media antes de las 9 de la noche me avisan que la posibilidad existe. A las 8 emprendo el camino hacia la cancha de River, atravesando la ciudad, con lo difícil que resulta el acceso cuando un gran concierto se predispone a comenzar. Siguiendo la transmisión por la radio, 21:11 hs salen los 6 al escenario y yo todavía en la calle. Corriendo para llegar, entro a la cancha con un 2 a 0 abajo, aunque entrar en clima fue como una trompada al mentón, cuando lo primero que escucho es el arpegio de guitarra de The Pretender, siendo este el tercer tema pero, para mí, el que daba comienzo a un gran recital.

Un escenario austero, una puesta en escena clásica, buenas luces, tres pantallas gigantes de led y un sonido aplanador era el marco de lo que se podía vivir en el estadio. Un campo poblado en un 50%, menos gente de la pensada (la fecha más convocante es la de hoy) pero un clima festivo, ayudado por la temperatura justa y la idea de que finalmente se concrete lo que íbamos a buscar.

Casi 2 horas 40 minutos de hits, atravesando temas como These days, Breakout, All my life, I should have known, Times like these, Big me, entre otros. Versiones largas, finales demorados, jams en el cierre de -casi- cada canción y una precisión perfecta en cada uno de los cortes, arreglos y climas, hicieron dar la sensación de que no sólo el público disfrutaba de la noche. Capítulo aparte para Dave Grohl, dueño de la cancha de River durante el tiempo que duró el recital. Finalmente, después de una falsa despedida, Everlong bajó el telón de la noche que significó simplemente que la banda de rock más importante del momento pise por primera vez un escenario argentino.

Este martes que era medio lunes, medio jueves, terminó siendo un martes perfecto.

Sólo por no ser extremista, el que no vivió a los Foo Fighters no se pierde de algo, se pierde de casi todo.

Autor: Ariel Zarranz

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