El deporte no es solo un aliado para mantener el estado físico del cuerpo, sino también de la mente. Sin embargo, este último punto puede presentar controversias. Es que también muestra su lado oscuro para los competidores de alto rendimiento.

Si bien no es nuevo, poco se habla de este enemigo silencioso. Quedó expuesto en Tokio 2020 con el caso de la estadounidense Simone Biles, quien renunció a las etapas decisivas de all-around en gimnasia artística para cuidar su salud mental. No obstante, se expresa en trastornos, ansiedades y depresiones.

En la Argentina, el nadador Santiago Grassi, también representante en los últimos JJ.OO., comunicó un parate en su carrera. «Quiero volver a nadar por disfrute personal e interés propio, no porque estén esperando algo de mí o lograr algo, sino porque extraño nadar, extraño representar a mi país», afirmó.

Su decisión pasó por su estado emocional al momento de entrenar, expuesto por la cuarentena del covid-19. «No me estaba sintiendo como durante toda mi vida, con ganas, esa alegría de entrenar. Más allá del torneo, ponerme en una situación en la que salgo de la zona de confort y trato de lograr algo que nunca había hecho», comentó en diálogo con FRECUENCIA ZERO.

De este modo, una continuidad por este sendero lo hubiese metido en un desgaste mental, que podía derivar en una frustración. «Para mí, es mejor sentirme bien personalmente que ir a un Juego Olímpico. Lo estaba haciendo a falta de estar bien yo», marcó el santafecino, quien no tuvo muchas conversaciones con la dirigencia al respecto, aunque sí recibió el apoyo de sus compañeros.

Para Grassi, los atletas están descubriendo una nueva fase de la salud mental. Desde su punto personal, creció pensando que el psicólogo estaba cuando aparecían los problemas. Sin embargo, entendió la importancia del acompañamiento profesional, tanto como la preparación física en el gimnasio. 

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