Apenas poco más de dos meses duró la ilusión de ver en la Argentina uno de los eventos musicales más grandes de la historia.

A comienzos de junio pasado se anunció en forma oficial que en 2013 llegaría al país “Rock in Rio”, desde hace años el festival más impactantes del mundo tanto por su capacidad de convocatoria de público como por la calidad de los artistas que logra subir a los escenarios.
La noticia había revolucionado al negocio del rock en la Argentina, pero así como llegó, se fue. Ayer, un comunicado oficial dio el primer golpe a los fanáticos de la música.
“La organización de Rock in Rio anunció que su arribo a la Argentina se realizará en 2014”, disparó la breve notificación.
“El cambio en la fecha del festival, originalmente previsto para octubre de 2013, –continuó– se debe a cuestiones relacionadas con el tiempo necesario para asegurar la excelencia de la producción y de los contenidos para el evento. Responde al objetivo de replicar en Buenos Aires los altos parámetros de calidad de Rock in Rio en el resto del mundo”.
Según pudo saber El Cronista por parte de fuentes que siguen muy de cerca la organización, la determinación de quienes llevan adelante el mega festival a nivel mundial es no realizar las fechas previstas en la Argentina “ni en 2013 ni en 2014”. En este sentido, definió a la posibilidad de que se lleve a cabo dentro de dos años como “tan solo una salida elegante”.
El Cronista intentó obtener la palabra de los encargados del Rock in Rio, pero no fue posible.
Los motivos que habrían llevado a la organización a dejar de lado la Argentina, dentro de lo económico son fundamentalmente dos. El primero, a esta altura resulta casi obvio.
La estructura que demanda un mega festival de este tipo es muy grande. Cuando anticiparon su llegada a la Argentina, los propios organizadores remarcaron que se desembolsarían u$s 40 millones para traer los shows. Pero el corralito cambiario que desde hace meses impera en el mercado local destrozó todos los cálculos.
Se trata de una inversión enorme, pero dentro de un mercado que debe cobrar las entradas en pesos. Además, luego se presentarían las complicaciones clásicas de estos tiempos, como los giros de dinero al exterior, entre otras cuestiones.
El segundo punto de conflicto es el recupero de la inversión. Al tema de la pesificación se sumó también que los primeros sondeos sobre el apoyo que lograrían por parte de los sponsors no fue positivo.
A grandes rasgos, las previsiones indicaban que se debía comprometer en este aspecto una suma cercana a los u$s 15 millones, de modo solventar una porción de la inversión total. Pero apenas se habría alcanzado una tercera parte de ese total. El Rock in Río se iba a realizar el 27, 28 y 29 de septiembre y el 4,5 y 6 de octubre de 2013, dentro de poco más de un año, un lapso corto como para poder avanzar sin esa seguridad.
Fuera de lo económico, lo político también tuvo que ver en esta situación. El festival se iba a realizar en el Parque de la Ciudad, y para Mauricio Macri, el jefe de gobierno porteño, representaba una carta muy interesante para su gestión.
Y como su relación con el gobierno nacional deja mucho que desear, los organizadores del Rock in Rio entendieron que las cuestiones financieras que debían cambiar no lo harían debido a esa situación. Así, decidieron despedirse de la Argentina.

 

 

 

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