«El sindicalismo oficialista no defiende los intereses de la clase trabajadora»

Condenados a la precariedad. Así están los jóvenes del presente tras la sucesión de crisis desatadas en los últimos tiempos. No obstante, esta situación que padecen no sólo se remite a la actual provocada por la pandemia del coronavirus, ni tampoco tiene su punto de partida en la que se inició en 2008. La condena atraviesa a varias generaciones. Sueños de ‘libertad’ Las nuevas generaciones, sobre todo en Europa, han ‘sabido’ de boca de sus políticos ya a partir de los años 2012-2013, que la crisis que atormentaba al mundo desde los años 2007-2008, ya tocaba su fin: hablaban de que todo había acabado, de brotes verdes, de luz al final del túnel. Pero ese discurso chocaba de frente con la realidad. Llegados a 2020, y con unos datos que mostraban una realidad que no eran las que se vendían desde filas gobernantes, acerca de que la crisis desatada en la primera década del milenio estaba más que superada, algo en principio tan irrelevante como un microorganismo llegó para terminar golpeando en el suelo a los países que ya estaban en la lona, y pese a que la cuenta del referee de este combate feroz ya pasó de diez hace rato, sigue castigando sin piedad. Esto convierte a la ya de por sí dura realidad que arrastraban las franjas etarias más atacadas, los jóvenes, en una infamia sin final. Y es que esta situación casi apocalíptica no sólo se remite a quienes hoy salen de la Universidad al mercado laboral: ya los que salían a partir de 2007 y que en el presente van camino a cumplir los 40 años, han vivido la mayoría de esta etapa productiva de la vida, en la más profunda esterilidad. «Es evidente que hay varias generaciones perdidas», denuncia tajante el economista José Luis Carretero Miramar, quien bucea un poco más profundo en su concepto. «Lo que pasa es que una [crisis] fue perdida desde el punto de vista socio-histórico, y la otra lo ha sido ya desde el punto de vista puramente económico», abunda el especialista. Incide en que el problema comienza básicamente en la crisis de la década de 1970 cuando se empiezan a desplegar las dinámicas neoliberales de desarrollo de las economías, que explicitaban una puesta en marcha de medidas como el desmantelamiento del Estado del bienestar, la privatización de los servicios públicos, la bajada generalizada de los salarios por la vía de la flexibilidad laboral, etc. «Esto fue un poco enmascarado por el consumo, entonces la generación que llegamos a la mayoría de edad prácticamente cuando cae el muro de Berlín, somos una generación que ya de por sí habíamos perdido gran parte de las perspectivas históricas que habían tenido las generaciones anteriores», sintetiza. Promesas vs realidad El economista advierte que, contrariamente a lo que los padres de esa generación decían a sus hijos sobre lo circunstancial de la coyuntura, y aseguraban que con el paso del tiempo podrían labrarse un porvenir asentándose en buenos puestos de trabajo, no fue lo que vio su generación. «Vimos cómo se iba solidificando poco a poco esa dinámica de precariedad, cómo poco a poco los grandes servicios públicos que formaban parte de ese modelo social europeo del que tanto se hablaba, iba desapareciendo, etc. Pero el problema fundamental viene para la generación subsiguiente», avisa el experto, y lo explica: «Si la generación que ahora tenemos 40 o 50 años no vio cumplidas las promesas que se les hicieron cuando eran jóvenes, la generación que ahora tiene 20 o 30 años, lo que está viendo claramente es una situación de descomposición y degradación acelerada del mundo social que se supone que le iba a rodear», denuncia. En este sentido, apunta a que se han sucedido dos grandes crisis sistémicas muy importantes, que son algo más que coyunturales, que son la del 2008 y la actual del coronavirus. «Entonces, esta gente ya no ha visto la precariedad como algo episódico o temporal, una especie de peaje que se tenía que pagar por llegar a un mercado laboral o a una situación laboral más o menos estable, sino que ve la precariedad como una especie de condena de por vida». El experto observa que «los millenials, las generaciones novedosas han visto una situación de hundimiento absoluto de los Estados de bienestar, de políticas de austeridad casi omnicomprensivas, omnipotentes, ubicuas, que están un poco por todas partes, tienen una mentalidad en la que ya se les ha imbuido directamente la idea de que la seguridad social pública va a desaparecer, de que los sistemas públicos de educación son absolutamente ineficaces y están absolutamente degradados: una idea de que no existe el progreso». «Lo que tenemos ahora son trabajadores que alternan períodos de desempleo muy grandes, con subvenciones o prestaciones que cada vez son inferiores, con un baile acelerado de puestos de trabajo», advierte. Añade que «a estas generaciones se les está imbuyendo de una narrativa de fatalismo, de que todo va a ir siempre a peor, de que no existe ningún tipo de solución, que obviamente lo que pretende es desarmarles y evitar su legítima rebeldía». ¿Quién dijo que todo está perdido? Carretero Miramar señala que en España «estamos en unas circunstancias en las que los jóvenes tienen una situación realmente dura frente a sí, en la que la propia economía española parece a punto de deslizarse —y esto puede pasar en relación con la crisis del coronavirus— en una situación en la que pasa a ser una economía dependiente, de tercer mundo como las que vemos en gran parte de América Latina, en África o en Asia». Sin embargo, el economista ve una genuina luz de esperanza, pero que todo dependerá de cómo lo encaren los propios protagonistas, es decir, los jóvenes. «Yo creo que lo que se puede hacer es partir de la base de auto organización de las clases populares: generar una dinámica en que estos jóvenes puedan empezar a actuar para defender sus intereses, tanto en los centros de trabajo, como en el conjunto de la
Trump se venga de Siria ante la casi inminente derrota en las presidenciales de EEUU

Ante una muy probable derrota en las venideras presidenciales, Donald Trump parece concentrarse en vengarse de todos quienes, en su opinión, convirtieron en un sueño inalcanzable su anhelo de salir reelecto. Entre los enemigos a batir se encuentra Siria, donde EEUU acaba de matar a un militar del Ejército gubernamental y herir a varios otros. Todo apunta a que el todavía inquilino de la Casa Blanca con gusto convertiría en un desierto bombardeado a todo Oriente Medio, una región que, según su convencimiento, tiene una gran culpa de que le saliera mal su presidencia. De hecho, calificó como «el error más grande cometido en la historia» estadounidense el envío allí de sus tropas. La presente escalada norteamericana contra Siria incluye, además de ataques militares, un recrudecimiento de las sanciones impuestas a la nación árabe. «Una sostenida campaña de presión política y económica» que, de acuerdo a Washington, busca «negarle al régimen de Asad los recursos que usa para financiar la guerra contra la población siria». «Toda la política exterior norteamericana de estos últimos meses hay que enmarcarla en las elecciones de noviembre, donde Trump tiene casi firmado su fracaso», señaló en conversación con Radio Sputnik Guadi Calvo, especialista argentino en Oriente Medio, África y Asia. Enfatizó que la intensificación del «genocidio» del pueblo sirio no sólo puede considerarse un acto de venganza por el fracaso estadounidense en la República Árabe y otros de sus «múltiples frentes de guerra», sino que además constituye «la última esperanza que tiene Trump de revertir este fracaso».
Crisis en Bielorrusia: «Es una receta muy similar a la aplicada en Venezuela»

La crisis política en Bielorrusia sí tiene razones internas, propias para una nación gobernada por el mismo presidente durante 26 años. Pero las causas externas tampoco son menores. El que la inestabilidad en ese país fronterizo con Rusia tenga como fondo el reforzamiento del flanco oriental de la OTAN no es ninguna coincidencia. Así lo dijo a Radio Sputnik el especialista argentino en relaciones internacionales Sebastián Tapia, miembro del Observatorio del Sur Global, quien indicó que el mandatario bielorruso, Alexandr Lukashenko, «no supo manejar el proceso electoral» de las presidenciales del pasado 9 de agosto. Señaló que acciones como «el encarcelamiento de algunos precandidatos» generaron «el nivel de descontento necesario para salir a las calles y desconocer el resultado» de los comicios en los que, según los datos de la Comisión Electoral Central, Alexandr Lukashenko se hizo con más del 80% de los sufragios. Subrayó a la vez que es obvia la injerencia exterior en Bielorrusia, donde la candidata opositora Svetlana Tijanóvskaya huyó a Lituania, proclamando desde allí la creación de un consejo de coordinación para «facilitar» una «transferencia del poder», un proceso en el que se ofrecieron como mediadores las autoridades letonas, polacas y lituanas que no reconocen los resultados de las presidenciales bielorrusas. «Es una receta muy similar a la aplicada en Venezuela», apuntó Sebastián Tapia, en referencia a los intentos de imponer a Juan Guaidó como presidente de la nación caribeña. Destacó, asimismo, el papel que está desempeñando la OTAN. La Alianza Atlántica reconoció estar siguiendo «de cerca la situación en Bielorrusia», llamando a que en el país se respeten libertades como «el derecho a la protesta pacífica». Una postura que viene acompañada por el aumento del contingente militar estadounidense en la vecina Polonia mediante un acuerdo entre Washington y Varsovia. Para Sebastián Tapia, los movimientos de la OTAN en torno a Bielorrusia forman parte de su estrategia para cercar a Rusia. Al mismo tiempo, enfatizó que no todos los miembros del bloque militar estarían de acuerdo en seguir avanzando en esta dirección, tanto debido a la capacidad de respuesta de Rusia, como también porque hay intereses como los que tiene Alemania, que será el principal destinatario del gas ruso que llevará a Europa el gasoducto Nord Stream 2.
Experto llama a un acuerdo internacional ante el desafío de ciberespionaje

Entre los mayores desafíos que afronta actualmente la seguridad de los Estados se destaca el ciberespionaje, según coinciden expertos internacionales. Es «un tema ineludible a tratar como prioritario», señala el Dr. Mario Duarte, experto argentino en ciberseguridad y ciberdefensa. El especialista, miembro del think-tank Dossier Geopolitico, constata en un artículo que el espacio virtual, al igual que «la tierra, el mar, el aire y el espacio», ya es un auténtico escenario de batallas. La prensa dominante no deja de presentar a países como Rusia o China como los principales países que están involucrados en prácticas de ciberespionaje, olvidándosele un papel protagónico de EEUU. La situación constituye un serio desafío también a Latinoamérica, subrayó Mario Duarte, al enfatizar que «la solución real a todas estas cuestiones es la regulación global del ciberespacio, en donde se respeten las decisiones y las prácticas soberanas en materia cibernética», algo que tiene que quedar plasmado «en un documento que esté suscrito por todas las naciones que forman la comunidad mundial».
Sputnik V: сómo la primera vacuna anticoronavirus del mundo invalida la narrativa antirrusa

El lanzamiento de la primera vacuna del mundo contra el coronavius, Sputnik V, supuso un golpe de los más fuertes que jamás haya recibido la narrativa occidental sobre una Rusia ‘tercermundista’ y atrasada en todo lo que se pueda. Los promotores de esta campaña se encuentran ahora en una situación en la que, si no encuentran una explicación de las más increíbles de cómo Rusia —un ‘país de borrachos’ y en donde las calles están ‘invadidas por osos’— logró ser el primero en elaborar una vacuna contra el COVID-19, se echaría abajo todo el relato rusofóbico que construyeron hasta ahora. De hecho, este último escenario ya se está volviendo realidad ante la impotencia de argumentos como que la Sputnik V es fruto de haberle «robado» a Occidente los datos necesarios para su creación, entre otras afirmaciones infundandas que únicamente provocan risas en vez de convencer a la opinión pública internacional. «Si Rusia le robó a Occidente los datos para producir su vacuna, ¿entonces cómo es que Occidente aún no tiene la vacuna? Ya hasta para mentir son idiotas», escribió al respecto el internauta Jesús Padrón, uno del sinnúmero de comentarios de esta índole que circulan en la red. Esta opinión es compartida por el analista español André Abeledo Fernández, quien en entrevista con Radio Sputnik saludó la noticia de que ya se ha llegado a la segunda fase de ensayos clínicos de otra vacuna anticoronavirus rusa, la del Centro de Virología y Biotecnología Vector. Manifestó que los avances científicos de Rusia en la lucha contra el COVID-19 son una muestra más de la «recuperación» de Rusia, algo que le da rabia a EEUU, acostumbrado al rol de «policía del mundo». Un rol que está siendo cada vez más cuestionado por la propia ciudadanía occidental, habiendo un «despertar» acerca de quién es quién en el tablero mundial, donde la pandemia del coronavirus desnudó el egoísmo de EEUU, al tiempo que países como Rusia y China exhibieron los mejores ejemplos de lo que es la solidaridad y la hermandad con los que necesitan ayuda.
La vacuna de la discordia

En esta edición de nuestro programa hablaremos del registro de la primera vacuna rusa contra el COVID-19 y de la reacción de los medios internacionales a esta noticia.
La vacuna de la discordia

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