La pandemia de la desinformación

En esta edición de nuestro programa hablaremos de las pandemias que hemos encontrado esta semana en los medios internacionales. Y no solo nos referimos a la pandemia del COVID-19. Varios medios europeos advierten de que a la pandemia del coronavirus se ha sumado la pandemia de la desinformación. Esta noticia les ha llegado a nuestros colegas de la Comisión Europea que ha constatado un flujo masivo de bulos en torno al COVID-19. Según sostiene Bruselas, la avalancha de noticias falsas que amenaza a los europeos, tiene dos origines principales: Rusia y China. «La Comisión Europea acusa a China y Rusia de fomentar los bulos sobre la pandemia», titula a una de sus crónica la edición en español de la Euronews. Hace mucha ilusión ver que la pandemia no ha variado la tradición europea de los últimos años de ver en Rusia la fuente de todos los males. Más aun, como es habitual los autores de la teoría que sostiene que Rusia está detrás de una gran parte de presuntas «noticias falsas» no ofrecen ningún detalle que la compruebe. Lo que acabamos de escuchar es que «tienen pruebas suficientes» de esa actividad por parte de Rusia, sin entrar en detalle. Lo más increíble es que ni siquiera citan algún ejemplo característico de un «bulo» ruso. Se limitan a decir, entre otras pocas cosas, que Rusia y China pretenden mejorar con presuntas campañas de desinformación sus respectivas imágenes entre el público europeo. La gran pregunta aquí es ¿qué es lo que consideran un bulo o una noticia falsa? En marzo comentamos una historia de una médica española que había perdido trabajo por poner mascarilla en su despacho cuando todavía las autoridades daban instrucciones contrarias. Ese podría considerarse un ejemplo de una noticia falsa que pretende comprometer los valores occidentales y causar escisión en la sociedad en tiempos del coronavirus. Pero hablando en serio la verdad es que las medidas que Bruselas se propone con la excusa de la invasión de presuntas noticias falsas procedentes de Rusia y China parecen inéditas desde el punto de vista de los llamados valores occidentales. «Bruselas pide a los gigantes de la red que aporten datos mensuales de su lucha contra la desinformación», titula a una de sus crónicas EFE TV. La verdad es que lo que pide o mejor dicho exige la Unión Europea parece una medida de control sin precedentes en tiempos que no sean tiempos de guerra. Porque en la realidad esa medida pretende convertir a los gigantes de la red en instrumentos o herramientas de control y de guerras de información al servicio de Bruselas y como acabamos de escuchar tal vez de la OTAN y del G7. Las plataformas deberán enviar informes mensuales con datos detallados de las acciones adoptadas para promover los contenidos procedentes de fuentes autorizadas, reforzar la sensibilización de los usuarios y limitar la desinformación sobre el coronavirus y toda la publicidad asociada. Suena como una buena idea en tiempos de emergencia, pero hay un detalle que al parecer se les escapa a los autores de este plan y que pone en duda su viabilidad. Algunos expertos afirman que para tener éxito, la Comisión debe obligar a las empresas privadas a rendir cuentas de verdad. La pregunta clave de la que depende el éxito de las medidas contra la desinformación es ¿quién tendrá el poder de decidir si cierta información es dañina o no? Actualmente, la responsabilidad de moderar y desactivar la desinformación la tienen las mismas compañías que son parte del problema. «Han seguido cediendo la responsabilidad de moderar y desactivar la información dañina, e incluso la información ilegal, a las mismas compañías que crean el problema. Cualquier solución que salga de la UE y que vaya en la dirección de privatizar la vigilancia del discurso en línea es un gran problema», afirma Marietje Schaake, del Centro de Política Cibernética de Stanford, en un comentario a la edición en español de Euronews. Es totalmente razonable lo que dice esa experta, pero al parecer no es un problema para las autoridades de la Unión Europea. A veces da la impresión de que conocen de antemano los resultados de esos futuros informes obligatorios para los gigantes de la red, como conocen de antemano los futuros invasores y culpables. Porque se entiende perfectamente que los funcionarios de la Unión Europea no podrán comprobar o verificar si esos informes son correctos e imparciales o simplemente corresponden a la demanda que llega desde Bruselas. Mientras Occidente denuncia lo que califica como una injerencia o una campaña virtual de desinformación en tiempos de emergencia, hace caso omiso al intervencionismo real al otro lado del Atlántico. Afortunadamente, no todos están de acuerdo con semejante enfoque. «Venezuela y Rusia instan a EEUU a cesar el intervencionismo», titula a una de sus crónicas Telesur TV. Cuando dicen los responsables de la Unión Europea que una noticia falsa sobre el coronavirus puede matar es totalmente cierto. Pero también es cierto que las amenazas y las acciones intervencionistas de Estados Unidos en Venezuela han matado ya a miles de personas, siguen matándolas y representan una amenaza real en un futuro cercano. La portavoz de la Cancillería de Rusia, María Zajárova, alertó esta semana sobre la amenaza que representa el traslado de asesores militares estadounidenses a la frontera entre Colombia y Venezuela. Advirtió que esta es una señal de que Estados Unidos podría intentar una nueva incursión ilegal en territorio venezolano. «Rusia alerta del riesgo que supone presencia militar de EEUU en Colombia», titula a una de sus crónicas Telesur TV. En resumen, por un lado tenemos unas incursiones virtuales supuestamente procedentes desde Rusia y China que aprovechan la emergencia del coronavirus, y por el otro lado un intervencionismo totalmente real por parte de EEUU en Venezuela donde Washington efectivamente podría estar preparando una nueva incursión en territorio venezolano. Pero las presuntas campañas de desinformación contra Occidente por parte de Rusia de las que todavía no hemos visto pruebas fidedignas no dejan de hacer portada en los medios internacionales
Los valores de Occidente

En esta edición de nuestro programa hablaremos de los valores de Occidente que presuntamente están bajo ataque por parte de medios de comunicación controlados por el Gobierno ruso. Precisamente esa expresión hemos encontrado esta semana en la prensa europea que cita un informe generado por el Servicio Europeo para la Acción Exterior (SEAE), de la Unión Europea. Pues, este informe dice textualmente: «los canales de televisión controlados por el Gobierno ruso están utilizando la emergencia para construir una contranarrativa acerca del presunto colapso de los valores de Occidente». Nada menos y nada más. Y la verdad es que últimamente hemos tenido mucha emergencia en Occidente. Por un lado, la pandemia del coronavirus que no deja de ocupar las portadas de los medios internacionales. Por el otro lado, actualmente tenemos lo que tenemos en Estados Unidos. Algunos lo llaman disturbios, otros hablan de protestas masivas… En la realidad hay de todo. Pero en cualquier caso, sin duda, se trata de una emergencia adicional. «Los Ángeles: Incendios y saqueos tras la muerte de Floyd», titula a una de sus crónicas la edición en español de la CNN. CNN Vídeo titulado «Los Ángeles: Incendios y saqueos tras la muerte de Floyd». De los reportajes de nuestros colegas estadounidenses y de lo que llega a través de las redes sociales tenemos un cuadro apocalíptico de lo que está pasando en Estados Unidos. Según escribe la CNN en su página web, la policía y los funcionarios federales dicen que elementos externos, de grupos de extrema derecha y de extrema izquierda, están ayudando a alimentar las confrontaciones violentas y dañinas que han empañado las protestas en todo el país en los últimos días, a pesar del enfoque del presidente Donald Trump centrado solo en antifa y la extrema izquierda. Aunque puede estar ocurriendo una interferencia de esta manera, los funcionarios federales y locales aún no han presentado pruebas al público. Sin embargo, esto no impide a los medios circular versiones más atrevidas en aras de encontrar la presunta injerencia extranjera. La exasesora de seguridad nacional de la Administración Obama, Susan Rice, dijo hace unos días en una entrevista a la CNN que Rusia podría estar detrás de las violentas manifestaciones en el país norteamericano. A eso la portavoz del ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, le contestó que «las redes sociales que cree que están siendo utilizadas por agentes rusos para alimentar las protestas en las ciudades estadounidenses pertenecen a los estadounidenses y están reguladas por las leyes estadounidenses». «Las acusaciones de la participación de Rusia en los disturbios en EE.UU. son una manipulación», titula a una de sus crónicas RT. RT Cabe destacar que las acusaciones de Susan Rise no han sido casuales. El presidente interino de la Comisión de Inteligencia del Senado, Marco Rubio, por su parte afirmó que hay «un compromiso muy activo con el tema desde grupos de cuentas en las redes de influencia de redes sociales de Rusia, Irán y China». Más aun, John Avlon el analista político senior en CNN sostiene que los «enemigos de Estados Unidos ven la ventaja de agitar el conflicto a lo largo de líneas raciales» precisamente ahora con una elección presidencial en Estados Unidos a solo cinco meses de distancia. Mientras Estados Unidos arde, los disturbios juegan en manos de Trump, titula la CNN a uno de los artículos de opinión de Avlon dedicados al tema. «Esta es una repetición de lo que Rusia hizo para ayudar a elegir Donald Trump en 2016». Me pregunto qué es lo que exactamente hizo Rusia para que ganara Trump que es tan fácil de repetir para que gane de nuevo. Pero hablando en serio cabe destacar que la ira de las fuerzas antirrusas en Occidente no solo se debe a la aproximación de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, sino también a la iniciativa del presidente Donald Trump de invitar a su homólogo ruso Vladómir Putin a la próxima reunión del G-7 en marzo. Y desde esta perspectiva no es de extrañar que las voces que acusan a Rusia de injerir en tiempos de emergencia, sea cual sea, lleguen no solo de Washington, sino también de Bruselas. La UE alertó esta semana de «instrumentalización de protestas en Estados Unidos desde Rusia y China». «La UE alerta de instrumentalización de protestas en EEUU desde Rusia o China», titula la agencia EFE. Otra vez las elecciones en Estados Unidos. La verdad es que parece que los expertos de StratComm están citando a las voces que les llegan del otro lado del Atlántico. No es de extrañar, dado que Occidente está hablando de un ataque masivo contra sus valores. No importa que esos mismos valores estén a diario bajo ataque desde que empezaron las protestas por la muerte del afroamericano Georges Floyd a manos de la Policía. De habernos referido tanto a estos valores me pregunto ¿a qué se refieren nuestros colegas precisamente, de qué valores hablan? Se supone que los ideólogos occidentales se refieren a la confrontación que definen como entre democracia y autocracia actualmente en curso en el escenario internacional. El diario digital El Español escribe esta semana que Italia se ha convertido últimamente en uno de los focos de esa guerra contra los llamados «valores de Occidente». «Vídeos y cuentas fake en redes: Italia señala a Rusia y China por condicionar su opinión pública. El coronavirus es el escenario perfecto que los regímenes autocráticos estaban esperando», denuncia Italia», titula a una de sus crónicas El Español. ¿De qué están hablando precisamente nuestros colegas? ¿De qué nos acusan a los medios controlados por el Estado? Pues esa contranarrativa se refiere al parecer a la cobertura la llamada operación «Desde Rusia con amor» con la que Rusia decidió en marzo ayudar a Italia en la crisis sanitaria. En 24 horas el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó el despegue de varios aviones y personal militar a Roma. «Nunca habían aterrizado tantos aviones y militares rusos en un país de la OTAN», recordaban entonces los periódicos italianos. China y Cuba también
El doble rasero

En esta edición de nuestro programa aprovecharemos la pandemia del coronavirus para hablar de la política de doble rasero o doble moral en relaciones internacionales. Para empezar vamos a contrastar dos noticias. Esta semana el ministro de Exteriores ruso, Sergéi Lavrov, hizo una fuerte crítica de las sanciones de Estados Unidos a países como Siria, Corea del Norte, Irán y Venezuela, que impiden que puedan hacer frente a la pandemia de coronavirus. Paralelamente, la delegación de la Unión Europea y las embajadas de los Estados miembros en Nicaragua, anunciaron que entregarán 35 millones de euros, para apoyar a las poblaciones más vulnerables frente a la pandemia en el país. «Rechaza Rusia sanciones de EEUU a varios países», titula a una de sus crónicas Telesur. La verdad es que parece puro canibalismo imponer sanciones que impidan luchar contra la pandemia. Más aún, porque se sobreentiende que los que sufrirán de esas sanciones no serán las personas contra las que se imponen teóricamente, sino las personas que no tienen nada que ver, es decir ciudadanos normales y corrientes. La portavoz del ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, recordó que Estados Unidos ha impuesto sanciones contra 140 empresas y contra 118 personas jurídicas venezolanas, al tiempo que impide el acceso de ayuda al país. A través de diferentes mecanismos Washington mantiene bloqueados alrededor de 116 millones de dólares en ayudas a Venezuela. La lógica de esas sanciones es totalmente inhumana, porque supone que cuántas más víctimas del coronavirus haya en los países afectados, peor para sus Gobiernos y mejor para sus adversarios en Washington. Como ha afirmado la semana pasada el presidente de Estados Unidos, Donald Trump: «pronto sucederán cosas en Venezuela. Maduro debe dejar el poder». Como es habitual, Estados Unidos aspira a una revuelta popular para conseguir un cambio del régimen, sin ver mucha diferencia entre Siria, Corea del Norte, Irán o Venezuela. No extraña que en una reciente entrevista a Telesur, el embajador de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Samuel Moncada denunciara que las medidas coercitivas y unilaterales por parte del gobierno de Estados Unidos constituyen un crimen de lesa humanidad contra el pueblo de su país. En semejante situación la clave ahora podría ser la posición al respecto de la Unión Europea que al parecer no es tan dura como la de Estados Unidos. Hay voces en Europa que llaman a Bruselas que ofrezca ayuda médica a los llamados «países proscritos» afectados por la pandemia del coronavirus. Pero no todo parece claro. La actitud de la Unión Europea hasta el momento ha sido un buen ejemplo de lo que es la política de doble rasero o doble moral. A la hora de ofrecer ayuda a ciertos países Bruselas no oculta que se guía con razones políticas, así como con la posición de su aliado estratégico al otro lado del Atlántico. Aunque realmente hay voces en Europa a favor de ayudar en esa situación, agravada por la pandemia, la realidad es que del dicho al hecho hay mucho trecho, según una crónica de Telesur. A juzgar por los hechos reales, en algunas ocasiones Bruselas sí tiene prisa para enviar ayuda y en otros no. Al parecer, no la tiene en el caso de Irán, Siria o Venezuela. Pero sí la tiene en el caso de Nicaragua. La delegación de la Unión Europea y las embajadas de los Estados miembros en Nicaragua, anunciaron la semana pasada que entregarán 35 millones de euros, para apoyar a las poblaciones más vulnerables frente a la pandemia en el país. «Unión Europea anuncia 35 millones de euros para respuesta al coronavirus en Nicaragua», titula a una de sus crónicas la televisión nicaragüeña VOS TV. Mientras Nicaragua tiene la suerte de ser un país correcto para recibir ayuda con motivo de la pandemia en opinión de Bruselas, Venezuela, un país vecino, evidentemente no la tiene. Cabe destacar que Washington aprovecha la pandemia del coronavirus no solo para aumentar presión a Venezuela con medidas económicas, sino también para incrementar su presencia naval en ciertas regiones, como, por ejemplo el Caribe o el Golfo Pérsico. EU también recientemente reforzó su presencia naval en el Caribe en lo que, aseguró, forma parte de la ampliación de sus operaciones antidrogas. Aunque Jonathan Hoffman, un portavoz del Pentágono, dijo recientemente a los periodistas que no tenía nada que ver con los cargamentos de petróleo iraníes destinados a Venezuela. No obstante, las autoridades estadounidenses sí que bloquearon las entregas programadas de gasolina iraní a Venezuela. Washington amenazó con aplicar sanciones a las compañías griegas propietarias de los barcos que además de la gasolina transportan otros productos petroleros de Irán. Los barcos desviados eran la entrega final en un envío de cinco petroleros, de los cuales han atracado dos en puertos nacionales con productos petrolíferos de Irán destinados a las refinerías más importantes de Venezuela. Cabe recordar que Irán y Venezuela mantienen una relación muy estrecha desde la época del presidente Hugo Chávez fallecido en 2013, fundamentada en la oposición a Estados Unidos, que mantiene a ambos países bajo sanciones. Esas sanciones, así como la falta de inversión están detrás de la caída en la producción de petróleo y de derivados que atraviesa Venezuela. Las sanciones estadounidenses impuestas en 2018 también afectan al sector energético iraní porque prohíben directamente la exportación de crudo de Irán. La realidad es que Estados Unidos no está solo en su rechazo de imponer una moratoria temporal al incremento de sanciones en tiempos de la pandemia del coronavirus. Alemania dijo esta semana que reclamará en Bruselas la activación del sistema de sanciones previsto por la Unión Europea en casos de ciberataque para castigar a Rusia por su presunto ataque informático contra el Parlamento alemán y la canciller Angela Merkel en 2015. Alemania que convocó al embajador ruso en Berlín, Sergei Nechaiev, sostiene que entre los «atacantes rusos» está un tal Dimitri Badin, sobre el que la Fiscalía ya emitió una orden de arresto. La versión de las autoridades alemanes es que el señor
Cielos cerrados

En esta edición de nuestro programa hablaremos de un tema que temporalmente ha pasado al segundo plano por la pandemia del coronavirus que sigue dominando todos los espacios informativos, precisamente del tema de desarme. Aprovechando la pandemia como una especia de «cortina de humo», el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció esta semana la retirada de su país del Tratado de Cielos Abiertos, un acuerdo multilateral para garantizar la transparencia en cuanto al control de armas que data del año 2002. Para justificar esa decisión unilateral, Trump acusó a Rusia de «pervertir» el pacto. También dijo que Moscú tiene su propuesta de negociar un nuevo acuerdo. La verdad es que esta noticia produce una fuerte sensación de deja vu. El pasado mes de agosto, Washington formalizó su salida del Tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance (INF) que firmó con Moscú durante la guerra fría e invitó a China a formar un nuevo pacto. Esta decisión de Trump avivó el temor a una nueva carrera armamentista. Y ahora el presidente estadounidense anuncia que abandonará también el Tratado de Cielos Abiertos. «Trump rompe otro tratado sobre armas tras acusar a Rusia de ‘pervertirlo’», titula a una de sus crónicas EFE TV. Cabe recordar que Estados Unidos y Rusia se culpaban mutuamente de la muerte del Tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance firmado en 1987. Washington justificó su retiro argumentando que Moscú se negó a destruir un misil de crucero que violaba el acuerdo, mientras el Kremlin lo negaba y sostenía que la Casa Blanca abandonó el pacto para continuar desarrollando misiles en solitario. La decisión de Trump ha causado preocupación de varios medios europeos en primer lugar porque complica aún más ya de por si complejas relaciones entre Moscú y Washington. Más aun, porque las autoridades rusas a su vez acusan a Estados Unidos de haber violado con regularidad el Tratado de Cielos Abiertos. «EEUU se retira del tratado de Cielos Abiertos y tensa la relación con Rusia», titula a una de sus crónicas la edición en español de Euronews. Cabe recordar un poco cómo Estados Unidos con Trump se acercaba a la retirada del Tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance. Washington ignoraba por sistema todas las explicaciones de los militares rusos que insistían en que el nuevo misil, el Novator 9M729, más conocido como SSC-8, estaba fuera de lo establecido en el tratado en contra de lo que decían los norteamericanos. Más tarde, el diario The New York Times opinó que la verdadera intención del presidente Trump sería contrarrestar el arsenal de misiles que China ha ido desarrollando en los últimos años, a quien ve, según ese diario estadounidense, como un rival mucho más «formidable» a largo plazo que Rusia. Pero existe una importante diferencia entre el Tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance y el de Tratado de Cielos Abiertos y es que si el primero es un tratado bilateral que sí afecta a los intereses de terceros países, el segundo es un tratado que permite los vuelos militares sobre los territorios de los 35 signatarios para reforzar las relaciones de confianza con el objetivo de evitar el conflicto entre Washington y Moscú. Eso significa que en el caso del Tratado de Cielos Abiertos Trump tensa relaciones no solo con Rusia, sino también, entre otros, con Alemania que ya ha pedido al presidente estadounidense que reconsidere su apresurada decisión. «Alemania pide a Trump reconsiderar decisión de dejar Tratado de Cielos Abiertos», titula a una de sus crónicas Milenio TV. Así que no solo se trataría de Rusia y Alemania, sino también de Francia, Polonia y el Reino Unido que no estrían entusiasmados con la decisión de Trump que, al parecer, no entiende la diferencia entre un acuerdo bilateral y multilateral. Lo que le estaban explicando repetidamente: que las «dificultades en la aplicación del tratado por parte de Rusia en los últimos años» no «justificaban» una retirada. Mientras tanto, la diferencia entre los dos tratados es evidente. El Tratado de Cielos Abiertos del que forman parte Estados Unidos, Rusia, Canadá y casi toda la Unión Europea es uno de los esfuerzos de control internacional de armas más amplio jamás realizado con el objetivo de promover la transparencia en las fuerzas y actividades militares. En opinión de Francisco Coloane, exoficial de las Naciones Unidas en misiones especiales en Asia y África, la decisión de Trump de abandonar el tratado se debe a fuerte presión por parte de algunos sectores del Pentágono contrarios a buenas relaciones con Rusia. Experto sobre la decisión de Estados Unidos de abandonar el Tratado de Cielos Abiertos: «Trump se divide entre su actitud hacia Rusia y el Pentágono», titula RT. Verdaderamente, da la impresión de que Trump no sabe a qué está jugando. Y las consecuencias de esta división entre la intención de tener buenas relaciones con Moscú y la de tener buenas relaciones con el Pentágono de hecho son muy graves para el tema del control de las armas, así como para la seguridad internacional en general. Sin embargo, la opinión del experto parece totalmente acertada a juzgar por la cobertura mediática de la pandemia del coronavirus en Rusia por los medios estadounidenses. Queda claro qué el discurso del partido antirruso sigue ganando con una gran ventaja en Washington. «Ayúdenos, Putin», imploran en Rusia, pero el presidente no responde como esperan», titula la edición en español de la CNN. «Se han registrado varias protestas y enfrentamientos violentos durante la pandemia de coronavirus en Rusia. Los ciudadanos se manifiestan por el aumento en los precios de los alquileres y el deterioro de los negocios. La oposición rusa dice que el presidente Vladimir Putin «se está escondiendo». En videoconferencias de las que participa parece estar desconectado y aburrido». En resumen esto es lo que están diciendo nuestros colegas de la CNN. En el primer instante, da la impresión de que han estado demasiado pendientes de redes sociales por no poder moverse por
¿Quién derrotó a Hitler?

En esta edición de nuestro programa hablaremos de manipulación mediática y de sus raíces. Para ello contamos con una excusa perfecta. Hace 75 años, la Alemania nazi fue derrotada en la Segunda Guerra Mundial y estos días antiguos aliados de la coalición antifascista lo estaban celebrando, cada uno a su manera. Hay que reconocer que la mayor parte de los medios internacionales ofrecieron una cobertura muy correcta del evento que respetaba la versión internacionalmente reconocida de la Segunda Guerra Mundial en la que la Unión Soviética fue la potencia clave para derrotar a Adolfo Hitler. Sobre todo, esto se refiere a los medios europeos. «Hace 75 años, la Alemania nazi fue derrotada en la Segunda Guerra Mundial», titula a una de sus crónicas la televisión francesa France24. De esta crónica queda perfectamente claro qué partes firmaron la rendición alemana y quién dictaba las condiciones de esta rendición. Pero, al parecer, no todos estaban de acuerdo con semejante enfoque. Cabía esperar algunas sorpresas al respecto y no tardaron en llegar. De una foto noticia publicada en el Instagram de la Casa Blanca nos enteramos de que fueron Estados Unidos y Reino Unido que derrotaron a la Alemania nazi el 8 de mayo de 1945. Así de claro, textualmente. «El espíritu estadounidense siempre triunfará», añade la nota. Hay que destacar que el primer ministro británico Winston Churchill era mucho más generoso hace 75 años al anunciar el final de la Segunda Guerra Mundial. No dijo que era una victoria de Washington y Londres, por lo menos. Sin embargo, hablando en serio precisamente en aquellos primeros años de postguerra nació el concepto de manipulación de la historia de la guerra contra el fascismo como una de las armas ideológicas de la Guerra Fría. ¿Por qué se invisibiliza el papel de Rusia en la II Guerra Mundial?, se pregunta en uno de sus programas Telesur TV. La respuesta que ofrece al respecto el historiador Juan Romero nos refresca la memoria. Así que la omisión de la Unión Soviética como aliado clave en la Segunda Guerra Mundial no es casual, no se trata de un despiste de un escritor de discursos recién llegado a la Casa Blanca. Más aún, no es un invento reciente, justificado con la profunda crisis en relaciones entre Washington y Moscú. Más bien parece una versión para uso interno. O bien «falsificación y profanación del sentido común» para desacreditar la declaración común de los presidentes Vladímir Putin y Donald Trump con motivo del aniversario del encuentro de las fuerzas aliadas en el río Elba, como escribe en su cuenta de Facebook la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova. El historiador Juan Romero explica a Telesur TV porqué semejantes intentos de invisibilizar el papel de Moscú en la victoria sobre la Alemania nazi están en gran demanda precisamente ahora. Hace mucha ilusión saber que Francia también participa de alguna manera en esta campaña para rectificar la historia de la Segunda Guerra Mundial porque es mejor que nos olvidemos por completo de cómo actuaron las autoridades franceses ante la invasión alemana. Pero la verdad es que ya hay generaciones en Europa y en Estados Unidos que han crecido con la idea de que la guerra contra la Alemania nazi fue ganada precisamente por Washington y Londres. Otro detalle que llama la atención en las declaraciones del historiador Juan Romero es la referencia al factor de la pandemia del coronavirus como catalizador de esa campaña para invisibilizar el papel de la Unión Soviética en la derrota del fascismo. Según este experto, los antiguos aliados de la coalición antifascista aprovechan las restricciones impuestas con motivo de la pandemia para menospreciar el papel de Rusia en la Segunda Guerra Mundial. Y parece totalmente cierto. Porque sería mucho más difícil omitir la contribución rusa a la victoria teniendo en pantalla imagines del desfile militar en la plaza Roja con varios líderes mundiales como invitados de honor. Más aún, los medios estadounidenses aprovecharon esta semana el tema de la pandemia del coronavirus en Rusia directamente para anunciar que las autoridades rusas están ocultando las cifras reales de muertes por el coronavirus. ¿Por qué Moscú no contó el 60% de las presuntas muertes por covid-19?, titula la página web de la CNN en español. Los porcentajes de las «muertes ocultadas» que circulan los medios estadounidenses pueden confundir a muchos. Y es lo que llama la atención en los titulares. Pero vamos a ver de qué cifra absoluta están hablando que no está acentuada en ningún momento en los reportajes de nuestros colegas estadounidenses. La tesis que defienden los diarios como The New York Times o The Financial Times consiste en que la mortalidad en Moscú aumentó en unas 2.000 personas en abril de 2020 en comparación con abril de 2019. De esta cifra restan las 638 muertes por el coronavirus oficialmente reconocidas y sostienen que las demás 1.400 muertes también fueron causadas por el COVID-19 y fueron ocultadas por las autoridades. En primer lugar, está claro que el truco no es correcto. Teóricamente es posible que algunas de esas 1.400 muertes se debieran al coronavirus, pero no todas, colegas. También tienen razón los médicos rusos cuando dicen que no es correcto atribuir automáticamente como muerte por el coronavirus cualquier fallecimiento de una persona con el test positivo. Y en el segundo lugar, cabe recordar que estamos hablando teóricamente de unas 1.000 muertes presuntamente ocultadas en todo el mes de abril, cuando España e Italia llegaban a 1.000 muertes al día por el coronavirus en los peores momentos de la pandemia. En toda esta situación lo más curioso y sintomático es que Rusia no es la única «victima» de las investigaciones de nuestros colegas de los medios estadounidenses que esta semana también acusaron a México de ocultar la cifra real de los muertos por el coronavirus. «Gobierno de México responde al supuesto ocultamiento de cifras de covid-19 en reportes del NYT; El País, el Wall Street Journal y el Washington Post», titula a una de sus crónicas
Elfos contra troles

En esta edición de nuestro programa hablaremos de una guerra que pasa desapercibida para muchos, pero que parece ser la razón de ser para algunos de nuestros colegas de medios extranjeros. Esta semana una crónica de DW cuenta que en Europa existe un ejército digital de voluntarios para frenar presuntas desinformaciones «made in Russia». En el primer instante pparace que se trata de una noticia de archivo, de la época anterior a la pandemia del coronavirus. Pero no es así. El modus operandi de los activistas antirrusos es muy simple: cuando encuentran en redes sociales un comentario referente a las actividades de la Unión Europea negativo y que presuntamente viene de una fuente rusa siempre añaden un comentario positivo para contrastar. Lo que sorprende es qué estos defensores de la verdad no reaccionen a noticias falsas y bulos que aparecen en medios internacionales. En nuestro programa anterior hablamos de dos casos de noticias fabricadas con unos recursos tan escasos y poco fiables. Una de ellas anunciaba la muerte del líder norcoreano Kim Jong-Un y la otra revelaba un complot del Kremlin para asesinar a varios funcionarios checos, incluido el alcalde de Praga, en venganza por la retirada de la estatua del mariscal Ivan Konev, comandante soviético de la Segunda Guerra Mundial. Ya podemos respirar con tranquilidad: Kim Jong-Un está vivo, igual que los funcionarios checos que esperaban la llegada de unos asesinos a sueldo con pasaportes rusos. Naturalmente, nadie en los medios internacionales ha denunciado estos bulos. Al mismo tiempo, un informe publicado esta semana y elaborado por la empresa española de ciberseguridad Cyrity señala a Rusia y a China como las dos grandes potencias a nivel mundial que están generando y difundiendo bulos relacionados con la pandemia del coronavirus. «Un informe señala a China y Rusia como los principales generadores de ‘fake news’ del mundo sobre la COVID-19», titula el diario español EL MUNDO. Hay que destacar que lo que está dibujando Cyrity es un cuadro verdaderamente apocalíptico. Además, se pregunta si «estas actividades constituyen unas campañas deliberadas en el caso del coronavirus o son sólo parte de la guerra de propaganda en curso entre Rusia, China y Occidente». También llegan a preguntarse de si «existen vínculos entre los diferentes actores, más allá de los objetivos comunes en los que crear desinformación»; o si, por el contrario, «existe algún apoyo explícito de Estados Unidos, Rusia o China a las redes promovidas por políticos extremistas en Europa». Parece mentira que alguien pueda en serio tener un cuadro tan maquiavélico de la realidad. Pero resulta que una parte importante de la sociedad europea la comparte. Por ejemplo en Lituania unos voluntarios crearon un ejército digital para frenar las presuntas desinformaciones fabricadas en Rusia. Se autodenominan elfos y quieren plantarle cara a los «troles rusos» desvelando noticias falsas y propaganda. Más aun, quieren que los demás miembros de la UE también miren con temor. «Lituania: elfos contra el cibercrimen», titula la edición en español de DW. Lo que más sorprende en semejantes historias es que sus autores normalmente apenas se molestan en ofrecer pruebas que fundamenten su versión de que Rusia está en ciberguerra con sus respectivos países. En caso de Lituania, basta con mencionar que históricamente Rusia, aunque en la realidad fue la Unión Soviética, ha sido un «enemigo». Pero con unos recursos tan escasos pretenden que los demás miembros de la UE compartan su temor a Rusia. Y lo consiguen a través de los elfos que trabajan en toda Europa, según la crónica de DW. La verdad es que sí parece un cuento o un juego de niños, en contra de lo que dice la autora de este reportaje. Además, esa organización de elfos lituanos y también de los europeos es como mínimo de dudosa legalidad. Más aun, porque no ocultan que están reclutando gente en Rusia. Sin embargo, las consecuencias y los efectos colaterales de esta lucha invisible a menudo perjudican a los mismos valores de la democracia que pretenden defender los activistas. Hay que destacar que la periodista de DW no lo oculta. Lo más sintomático es que ni a los elfos, ni a los activistas de derechos humanos lituanos, ni tampoco a sus colegas europeos este efecto colateral de la lucha contra la llamada propaganda del Kremlin parece preocupante. Cerrar un medio de la población rusa en Lituania a causa de sospechas contra otros medios que no tienen nada que ver les parece totalmente normal. A nadie se le ocurre hablar de este tema en el reportaje de DW. Y no es de extrañar porque muchos europeos están obsesionados con el tema de la presunta fábrica de mentiras rusa. Un reciente reportaje de Televisión Española relata cómo el Kremlin vio en el espacio digital una decisiva arma de guerra para atacar a sus enemigos y cómo profesionales de la información se juegan sus vidas para desmontar estas mentiras. Según escriben nuestros colegas de la TVE, «el nuevo telón de acero digital lanza una sistemática y premeditada campaña de desinformación contra Estados Unidos y Europa, para sembrar la discordia y la desconfianza en las democracias occidentales». Añaden que periodistas y activistas rusos luchan a diario contra la desinformación, mientras arriesgan sus vidas por criticar las tácticas del Kremlin. Lo más decepcionante es que los acusados o los presuntos implicados no pueden ver este contenido por internet en Rusia para por lo menos saber de qué les acusan. El contenido simplemente no es disponible para Rusia. Mientras tanto, la Unión Europa sostiene que no deja de detectar «nuevos bulos en Rusia sobre España» en tiempos del coronavirus. «Europa detecta nuevos bulos en Rusia sobre España por el coronavirus. EuvsDesinfo detecta nuevas campañas de desinformación contra España y otros países de la Unión Europea con el objetivo de socavar el proyecto comunitario», titula a una de sus crónicas la página web economiadigital.es. Nos están vigilando con lupa. Pero al parecer, casi todos los autores de semejantes estudios se olvidan a contestar a una pregunta muy importante: ¿cuál es el
99% muerto

En esta edición de nuestro programa hablaremos de cómo crear una noticia de portada en ausencia de información fidedigna. La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto un problema muy sensible, relacionado con los derechos fundamentales que cada vez parecen ser más limitados por algunos Gobiernos nacionales. El llamado «capitalismo de vigilancia» que atenta contra los derechos fundamentales con la excusa de la lucha contra del COVID-19 ha sido denunciado por muchos defensores de derechos humanos que advierten del peligro de un cibercontrol absoluto por parte de las autoridades y de la tentación autoritaria que invita a la represión. Parece que efectivamente estamos viviendo en un mundo donde todo y todos pueden ser controlados en cualquier momento. ¿Pero realmente es así? La verdad es que como mínimo es una exageración. La mejor prueba de ello es la noticia de la presunta muerte del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, difundida esta semana por nuestros colegas de algunos medios internacionales. Se entiende perfectamente que los medios ya están cansados, para no decir hartos, del culebrón del coronavirus. Pero eso no justifica que se fabrique una noticia bomba con unos recursos tan escasos y poco fiables como la de la «muerte» de Kim Jong-un. No obstante, la cadena estadounidense CNN anunció que el líder de Corea del Norte «está grave de salud, según fuentes de inteligencia de EE.UU». Cabe mencionar también que la agencia surcoreana Yonhap anunció por su parte que un ex funcionario norcoreano les había informado de que estaba «el 99% seguro de que Kim Jong-Un estaba muerto». Parece increíble que una notica tan importante aparezca en forma tan confusa. En caso de la CNN interviene como es habitual «un funcionario estadounidense con conocimiento directo», además nos enteramos de que la CNN se ha comunicado con la CIA, el NSC y el Departamento de Estado para obtener comentarios y también ha buscado información con funcionarios de Corea del Sur. Esto significa que nuestros colegas han hecho bien por lo menos una parte de su trabajo. El problema es que ninguna de estas fuentes «con conocimiento directo» no tenían idea sobre si está vivo o no el líder de Corea del Norte. Se pregunta entonces ¿para qué sirven en este tema particular? No obstante los colegas europeos sí tenían el tema y ya podían citar lo que han dicho los colegas de la CNN, sin añadir ningún detalle propio. «Medios extranjeros creen que el líder de Corea del Norte ha muerto o que está grave tras una complicada cirugía», titula a una de sus crónicas la televisión española Antena 3. Lo único que sabían era que Kim Jong-un no había aparecido en un acto público desde el pasado 11 de abril cuando presidió una reunión de funcionarios. Es la verdad pura y dura. El resto eran especulaciones. Pero esto no impidió a nuestros colegas hablar ya del tema de la sucesión del poder en Corea del Norte. «Kim Jong-un: si muere, su hermana Kim Yo-Jong es su probable sucesora», titula Marca TV. Parece increíble que con todo este cibercontrol global y el actual auge del «capitalismo de vigilancia» con la pandemia del coronavirus, los medios no sepan todavía ni la edad exacta de la hermana del líder norcoreano que le puede suceder en el poder. Sin embargo, la realidad es que ni el propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sabía si Kim Jong-Un estaba vivo o muerto. O por lo menos es lo que dijo. «Trump dice creer que informaciones sobre la salud de Kim Jong Un eran ‘incorrectas’», titula la edición en español de AFP TV. Por su parte Trump ofreció esta semana ayuda a Corea del Norte con motivo de la pandemia del coronavirus. Se pregunta si no lo hizo para averiguar de paso el estado de salud del líder norcoreano…En cualquier caso parece extremadamente extraño que el presidente de Estados Unidos no tuviera información de esa fuente anónima y bien informada que advirtió a la CNN de que Kim Jong-un presuntamente tenía graves problemas de salud. Si la historia de la presunta muerte del líder de Corea del Norte Kim Jong-Un se puede explicarla con el secretismo y la escasez de información sobre la actualidad norcoreana, la historia de «un complot por parte de Rusia para «liquidar» al alcalde de Praga y a otros dos representantes checos no ofrece semejante excusa. Esa historia fabricada por nuestros colegas checos efectivamente parece más propia de una película de espías que de una declaración política al uso. «Protección policial para el alcalde de Praga tras hacerse público un supuesto complot ruso para asesinarlo», titula el diario español EL PAÍS. Pues aquí efectivamente tenemos un ejemplo de una noticia falsa que no se puede justificar con la escasez de información. La clave es que la policía checa no ha confirmado la versión del funcionario checo, ni mucho menos. Pero el problema de este artículo no solo consiste en que difunda un anuncio propio de una película de espías, sino en que de paso ofrece al lector una versión restringida de la historia. Precisamente de un episodio de la Segunda Guerra Mundial, que explica la aparición del monumento del mariscal ruso Ivan Konev en Praga. Dice el autor o la autora de este artículo que Konev, que «es visto como héroe en Rusia», entró en Praga después de que los nazis dejaran la ciudad en 1945, mientras la verdad es los sublevados locales contra los nazis pedían a gritos: «¡Salvad Praga!» Las tropas norteamericanos no quisieron intervenir y los soviéticos desalojaron a los nazis. «Entrar en Praga» costó a la Unión Soviética miles de vidas, por cierto. Precisamente por eso fueron los habitantes de Praga los que le vieron como héroe a Konev… Todo esto no es ningún secreto. Basta con abrir el artículo de Wikipedia dedicado a Konev para tener una idea. Pero al parecer no es el caso cuando hay que crear una noticia de portada en ausencia de información fidedigna.
Una tentación autoritaria

En esta edición de nuestro programa hablaremos de los retos que supone la pandemia del coronavirus en el ámbito de los derechos humanos. «El capitalismo de vigilancia», «la dictadura pandémica», «una tentación autoritaria que invita a la represión», «¿coronará el autoritarismo?», éstos son algunos de los titulares y expresiones que abundan estos días en los medios internacionales y nacionales. La pandemia del COVID-19 ha dividido a la opinión pública. Mientras unos están dispuestos a ceder con ganas los derechos que les costaron décadas conseguir, otros advierten y con razón de que el mundo está viviendo una peligrosa transformación que amenaza con sepultar al sistema que conocemos actualmente como democracia occidental. La verdad es que el dilema que tienen por delante los gobiernos nacionales no es un dilema fácil. Sobre todo, es un grave problema para las tradicionales democracias europeas que por un lado sufren fuertes críticas por demasiadas medidas restrictivas y por el otro lado están pasando en tiempo real una prueba de eficacia en comparación con algunos sistemas que difícilmente pueden llamarse democráticos. Mientras que algunas democracias se están viendo perplejas e ineficientes para enfrentar la pandemia, China parece estar demostrando una capacidad de disciplina social, acción estatal y fortaleza económica superior para encarar los nuevos retos de la modernidad. En semejante situación crítica, los Gobiernos nacionales a menudo recurren a medidas hasta el momento inauditos que parecen incompatibles con una democracia liberal. «Tormenta política tras declarar un general que la Guardia Civil trabaja para minimizar bulos contrarios al Gobierno», titula esta semana a una de sus crónicas el diario nacional El País. Coartar la libertad de expresión para tapar sus errores. Parece que actualmente es una formula universal para muchos Gobiernos. Cabe destacar, continúa El País, que toda esa polémica se produce en un contexto en el que la Fiscalía investiga si existe un grupo criminal detrás de la campaña de bulos contra el Gobierno español sobre el coronavirus, después de que Unidas Podemos denunciara un ataque organizado. Y la otra fórmula universal consiste en minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno, tal y como dijo el general José Manuel Santiago. Mientras tanto, los adversarios de esa fórmula consideran que conduce directamente a abusos y represión. Carolin Emcke, filósofa alemana que pasa el confinamiento en Berlín, y una de las intelectuales europeas que de manera más persuasiva ha combatido los tópicos populistas que quieren dominar el mundo, dijo en una entrevista al diario español EL PAÍS esta semana que es una cuestión extremadamente sensible y de riesgo: que la epidemia sea instrumentalizada para justificar las ambiciones autoritarias. «La pandemia es una tentación autoritaria que invita a la represión», titula la entrevista de El País. Dice Carolin Emcke que «tenemos que estar extremadamente atentos para impedir que en Europa se establezcan a largo plazo métodos totalitarios de extracción de datos, de vigilancia digital, de represión». Advierte que es inevitable que el virus limite nuestra libertad de movimiento, pero a la vez llama a exigir a respectivos Gobiernos que las decisiones sanitarias sean tomadas de modo transparente, explicando sus fundamentos, y que las restricciones sean temporales, para que no se vuelvan coartadas para la vigilancia y la represión. Al otro lado del Atlántico, Denise Dresser, académica, politóloga y escritora mexicana, también advierte de los riesgos colaterales del capitalismo de vigilancia en un programa de la mexicana Foro TV titulado «Las restricciones de los derechos humanos en tiempos de coronavirus». Parece totalmente comprensible lo que dice la filósofa alemana y la politóloga mexicana que hay que intentar controlar las medidas sanitarias aprobadas por las autoridades para que no se vuelvan coartadas para la vigilancia y la represión. ¿Pero de verdad consideran que es real en la situación de crisis actual? Mientras unos analistas advierten del peligro de una tentación autoritaria que invita a la represión y llaman a controlar las medidas tomadas por las autoridades con el pretexto de combatir el coronavirus, otros advierten que no va a ser fácil porque los sectores conservadores radicales en todo el mundo envidian cada vez más el sistema chino de capitalismo autoritario, en que el totalitarismo no solo respeta el capitalismo sino que reduce muchas de las limitaciones que le imponen en las democracias. ¿Coronará el autoritarismo?, titula a una de sus columnas publicadas en el diario El Espectador el reputado politólogo colombiano Álvaro Forero Tascón. El autor de este artículo sostiene que todos estos factores confluyen en la «tendencia de debilitamiento de la democracia» que viene produciéndose especialmente en Occidente. Considera que en épocas de crisis el respeto de derechos ciudadanos les parece exagerado a muchos, sinónimo de anarquía y debilidad nacional. Es evidente que tal y como dice el politólogo colombiano la crisis fortalece a las instituciones públicas, que son las capaces de resolver los problemas por encima del sector privado y las falsas promesas populistas, pero quizás acabará tumbando gobiernos democráticos y fortaleciendo regímenes autocráticos. Eso es precisamente lo que dice en su artículo publicado en el diario argentino El Comercial el político argentino Blas Hoyos. ¿Estamos ante una dictadura pandémica?, se pregunta en el titular. El político argentino pinta un cuadro realmente alarmante. Y la pregunta clave sigue siendo la misma: cómo debe actuar una sociedad para protegerse contra abusos y violaciones de los derechos humanos en tiempos del coronavirus si es que realmente puede hacerlo. El politólogo mexicano Mario Arriagada considera que precisamente los derechos marcan camino hacia adelante, según sus declaraciones a un programa de la mexicana Foro TV titulado «Las restricciones de los derechos humanos en tiempos de coronavirus». Parece que para el politólogo mexicano esa crisis es una oportunidad para construir mejores hábitos para el futuro, siempre y cuando nos regimos por los derechos humanos fundamentales. Mientras tanto, la mayor preocupación de la filósofa alemana Carolin Emcke es precisamente que «no aprendamos nada de la crisis», según dijo en una entrevista a El País titulada «La pandemia es una tentación autoritaria que invita a la represión». Lo que dice
Pregunta impertinente

En esta edición de nuestro programa hablaremos de la libertad de información, de la censura y de sus consecuencias en tiempos de la pandemia del coronavirus. Ya hemos visto en los medios internacionales varias teorías de la aparición del COVID-19 que no coinciden con la versión oficial de las autoridades chinas de que la culpa la tiene un murciélago vendido en el mercado de la ciudad de Wuhan. Esta semana las autoridades estadounidenses ofrecieron una nueva hipótesis de que el coronavirus que ha originado una pandemia que registra más de 150.000 muertos en el mundo pudiera provenir no de un mercado, sino de un laboratorio secreto en la misma ciudad china de Wuhan. «Llevamos a cabo una investigación exhaustiva sobre todo lo que podamos saber de cómo el virus se propagó, contaminó el mundo y provocó tal tragedia», declaró el jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, a la cadena Fox News. Según un reciente artículo del Washington Post, la embajada de EEUU en Pekín alertó al Departamento de Estado hace dos años sobre medidas de seguridad insuficientes en el laboratorio de Wuhan que estudiaba el coronavirus en los murciélagos. Pues ahora «múltiples fuentes» citados por medios estadounidenses piensan que el actual coronavirus, detectado por primera vez justamente en Wuhan, salió de ese laboratorio. Eso sí, se trataría de un virus natural y no un agente patógeno creado por los científicos chinos. Sin embargo, su “fuga” habría sido posible debido a malos protocolos de seguridad. La verdad es que semejante versión viene como un balón de oxígeno para el presidente estadounidense, Donald Trump, acorralado por las críticas de sus adversarios políticos por su «incorrecta» gestión de la crisis del coronavirus en EEUU. Ya que le permite fundamentar su acusación contra la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que había encubierto a China en la pandemia del COVID-19. «Trump acusa a la OMS de encubrir a China en la pandemia del Covid-19», titula a uno de sus reportajes La voz de América. Lo cierto es que Trump necesita por fuerza encontrar culpables. Pero también es cierto que hace preguntas impertinentes a las que muchos querían obtener respuestas. Porque a muchos se les ocurre preguntarse ¿cómo es posible que en China haya solo unos 80.000 infectados y unos 4.000 muertes relacionadas con el coronavirus? ¿Qué es lo que se está haciendo mal en el resto del mundo? ¿O a lo mejor China sabía algo que nosotros no sabemos? Lo cierto es también que las autoridades estadounidenses no tienen tiempo para esperar los resultados de esas investigaciones que aclaren el papel de China y de la OMS en la propagación del coronavirus por el mundo. Menos aún, porque no saben de antemano cuál sería el resultado de esas investigaciones. Con lo cual deben actuar rápido. «EEUU: senador acusa a China de la emergencia sanitaria por la COVID-19», titula a una de sus crónicas Telesur. Pues que el senador demócrata Lindsey Graham acuse a China de ser responsable de la crisis sanitaria a causa de la pandemia de COVID-19 parece totalmente comprensible. Me imagino que pronto veremos si el Congreso realmente está dispuesto a asignar a China formalmente la responsabilidad de la pandemia, con el fin de imponer un «castigo» severo al gigante asiático. La pregunta clave es cómo reacciona la Organización Mundial de la Salud y las autoridades chinas a las acusaciones que les llegan de Washington. La respuesta de la OMS ha sido muy sencilla: contestaron a Trump que su principal preocupación es salvar vidas y no encubrir a China. Mientras tanto, las reacciones que llegan desde China no parecen tan claras. Lo que sostienen las autoridades chinas es que víboras o murciélagos son el origen del coronavirus y que la versión de su creación artificial en un laboratorio de Wuhan es mentira. Es decir, que tampoco desmienten la última hipótesis de Washington, no dicen que no salió del laboratorio de Wuhan ese virus de origen natural por falta de medidas de seguridad. Más aún, hay otra alarmante señal que no puede no causar preguntas. Y es que, según los medios internacionales, China impuso restricciones a la publicación de investigaciones académicas sobre los orígenes del nuevo coronavirus. China controla publicaciones sobre COVID-19, titula a una de sus crónicas la edición en español de la CNN. La pregunta es ¿para qué China ha impuesto estas restricciones? ¿Por qué precisamente hay que someter investigaciones académicas sobre los orígenes del nuevo coronavirus a control previo antes de ser publicadas? ¿Tiene China algo que ocultar? Pues si realmente los chinos pretenden convencer a todo el mundo de que no existe ningún secreto y que han actuado correctamente desde el principio, la mejor manera para conseguirlo sería la transparencia. Entiendo que a lo mejor las autoridades chinas no están acostumbradas, pero no hay otra solución. Más aun, porque una mayoría absoluta de los especialistas dice lo mismo: el coronavirus tiene origen natural. «Dr. Huerta responde: ¿se podrá confirmar si COVID-19 fue creado en un laboratorio?», titula a uno de sus programas la edición en español de la CNN. Como vemos, no hay mucha tentación entre los especialistas de especular que el nuevo coronavirus pudiera ser creado en el laboratorio secreto. Desde este enfoque, lo más prudente para China no sería censurar investigaciones académicas sobre los orígenes del nuevo coronavirus, sino compartirlas con el resto del mundo. Sin embargo, parece que la tendencia a hacer cada vez más censura previa a la información relacionada con el coronavirus tiene cada vez más partidarios no solo en China, sino también en Europa. Una pregunta del estudio del Centro español de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicado esta semana planteaba que en las noticias sobre la pandemia del coronavirus se restrinja la libertad de información para utilizar sólo «fuentes oficiales», es decir, lo que comunique el Gobierno. Según los resultados que ofrecía el barómetro, el 66,7% de los ciudadanos es partidario de hacerlo. Semejante iniciativa ha causado fuertes críticas de algunos expertos en derecho a la información que consideran que la
La ética y el compromiso

En esta edición de nuestro programa hablaremos de nuevo de la enorme propagación de noticias falsas tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales en tiempos del coronavirus. Hay que recordar que desde el principio de la pandemia del coronavirus la Unión Europea ha acusado a Rusia reiteradamente de estar detrás de la campaña de bulos para desprestigiar Bruselas. En una de nuestras ediciones anteriores, una de las primeras dedicadas al tema del coronavirus, citamos a una crónica que acusaba a Rusia de una campaña de desinformación poniendo como ejemplo la información de que los médicos italianos tenían la difícil elección a la hora de decidir a qué paciente salvarle la vida en primer lugar. Como sabemos, ahora es actualidad cotidiana tanto en Italia, como en España. Pero la tentación de encontrar un adversario externo que intenta perjudicar a la perfecta imagen de Bruselas al parecer no ha desaparecido con el auge de la crisis del coronavirus. Más aun, da la impresión de que la Unión Europea necesita cada vez más a una Rusia que quiere poner trabas a los Estados Miembros en su lucha contra la pandemia. «Rusia y China estarían detrás de la campaña de bulos sobre el coronavirus para desprestigiar a la Unión Europea», titula a una de sus crónicas el canal español Antena3. Parece que ni el propio corresponsal a quien le animan a repetir el mismo lema de que «Rusia tiene la culpa» está muy convencido. No es de extrañar si analizamos los ejemplos de «bulos» entre comillas. «La Unión Europea, al borde del colapso por el coronavirus», «lavarse las manos no hace nada frente al covid-19» o el uso de imágenes de un hospital madrileño haciéndolo pasar por otro de Londres. La verdad es que esos ejemplos no convencen, no se entiende cómo puede eso desprestigiar la Unión Europea. Pero la retórica europea en este sentido no deja demasiado margen. El Alto Representante para Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrel, dio esta semana una extensa entrevista en la que también advierte de que Rusia y China aprovechan la crisis del coronavirus para promover sus intereses en Europa y mejorar su imagen entre los europeos. Mientras no hemos visto todavía ninguna prueba fidedigna de una campaña de desinformación rusa para socavar la Unión Europea aprovechando la pandemia, lo cierto es que la propagación de «fake news» o noticias falsas, amplificadas por la rápida difusión a través de las redes sociales, ha ido de la mano de la pandemia sanitaria. La Policía Nacional de España ha localizado más de un millón y medio de cuentas en redes sociales relacionadas con el coronavirus que se dedican a difundir noticias falsas. Estos perfiles se dedican a manipular y crear contenido spam. Un ejemplo de esas noticias es el bulo sobre una solución mineral milagrosa que un supuesto licenciado asegura que puede curar el coronavirus en 24 horas y exhorta a los médicos a probarlo. «La Policía Nacional detecta más de un de millón y medio de cuentas que difunden en redes noticias falsas sobre el coronavirus», titula Antena3. Pues menos mal que en esta crónica nuestros colegas no apuntan a Rusia. Por eso lo que dice la crónica parece mucho más útil para una persona perdida en la corriente de noticias falsas. Pero si realmente hay tantas cuentas dedicadas a la difusión de noticias falsas y la Policía Nacional las tiene identificadas ¿por qué no hace más que constatarlo? Por el momento no sabemos la respuesta. Porque el subdirector general de Logística e Innovación de la Policía Nacional, José García Molina, se ha limitado a recordar que la responsabilidad de estos mensajes falsos es de todos y ha pedido no convertirlos en virales. «Evitemos ser víctimas de su manipulación», dijo, según los medios. Parece tan perfecto como insuficiente ese llamamiento. Por su parte, el ministro de Justicia español, Juan Carlos Campo, ha asegurado que el Gobierno no quiere que la impunidad ampare a los autores de los bulos. Prometió esta semana que desde el departamento que dirige se «revisarán» los instrumentos legales para impedirlos o, al menos, «para que no se vayan de rositas». «Justicia revisará la ley para que los autores de bulos «no se vayan de rositas»», titula a una de sus videocrónicas el diario español La Razón. La verdad es a pesar del titular esa intervención del ministro de Justicia español promete poco. Solo constata que España tiene «un problema como sociedad con la irrupción de las fake news», lo cual no es nada nuevo. Pero tampoco explica por qué la sociedad tiene que luchar por su cuenta contra la propagación de los bulos. El ministro defiende que la pandemia «no está afectando al Estado de Derecho y que no puede ser una excusa para debilitar el Estado de Derecho». Pero en lo que se refiere a las noticias falsas la pandemia es un momento cuando hay que ejercer el Estado de Derecho por parte de las corporaciones de seguridad. En este contexto, las medidas que están tomando los principales actores del sector, como Facebook parecen mucho más eficaces. «Así es el cambio de Whatsapp contra la infodemia de coronavirus», titula la edición en español de la CNN. La explicación de Facebook de cómo combatir la difusión de las noticias falsas en la aplicación de mensajería me parece mucho más convincente y a la vez útil que los anteriores comentarios de altos cargos de seguridad. Aunque en algo coinciden, eso sí. Delegan al usuario el papel del filtro principal contra noticias falsas. Sin embargo, no todos están de acuerdo con semejante enfoque. En época de pandemia son los medios de comunicación reputados los que tienen que desmentir lo más pronto posible las noticias falsas, consideran algunos expertos. El papel del periodismo durante la pandemia de coronavirus puede significar la diferencia entre la información y la desinformación, considera el director de la Maestría en Periodismo de la Universidad Internacional de Florida, Alejandro Alvarado. Ante una avalancha de desinformación, los medios de