El Fondo de recuperación europea es un rescate en toda regla, pero los países que más se van a beneficiar de este fondo se niegan a usar esa palabra por las connotaciones de pérdida de soberanía o de recortes que puedan conllevar. Así lo entiende el Dr. en Sociología Sergio Fernández Riquelme.

¿Rescate?

Luz verde a la liquidez para países liquidados por el coronavirus de la Unión Europea [UE]. Fue lo que se aprobó con el conocido como fondo de reconstrucción europeo, vendido puertas hacia fuera como un acuerdo histórico.

En algo que se convirtió en una suerte de batalla final por la supervivencia del mismísimo bloque comunitario y que enfrentaba —a grandes rasgos— a dos bandos bien identificados, los ‘frugales’ [Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca] y los PIGS [Portugal, Italia, Grecia y España], en una guerra sin cuartel que enfrentaba a los países del norte contra los del sur, los frugales acabaron por imponer sus términos cualitativos y cuantitativos.

Un resultado que se dio pese a que en días previos desde la misma Comisión Europea se anunció una revuelta contra los paraísos fiscales europeos [Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Irlanda, entre otros], y Holanda el primero, por ser uno de los frugales que más se oponía a la firma del acuerdo del fondo, en los términos en los que pretendían, básicamente, España e Italia, los más castigados por la pandemia de la COVID-19.

Ni ese aviso —¿o amenaza?— por parte del el vicepresidente económico comunitario, Valdis Dombrovskis de «presentar propuestas para corregir algunas estructuras fiscales que están creando distorsiones en el mercado único», invocando el artículo 116 del Tratado del club para que las normativas sobre fiscalidad puedan aprobarse por mayoría cualificada de los países miembro y no por unanimidad, lo que dejaría fuera de la votación justamente a Holanda y compañía, la ablandó, ni mucho menos la doblegó. Los frugales, se salieron con la suya, y eso podría terminar por acabar con la UE en un tiempo, según varios expertos.

Los números cantan

Pese a que desde varios países, y España primero, hayan intentado vender el acuerdo como un éxito histórico, los números dicen lo contrario. Para España e Italia era esencial una dotación de 1,5 billones de euros en subvenciones a fondo perdido para mantener bajo control la deuda pública. En mayo pasado, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, rebajaban el montante en subsidios hasta los 500.000 millones, pero el machetazo dado por los frugales en el pacto final los rebajó hasta los 390.000 millones.

En tanto, el el fondo de recuperación el montante de los préstamos sube hasta los 360.000 millones, cuando al principio se pretendía que fueran de 250.000 millones, lo que lo acerca más a un rescate que a otra cosa.

«Leyendo la letra pequeña de este fondo de reconstrucción, tanto de los préstamos que se van a dar, como de las ayudas a fondo perdido, se establecen reformas estructurales muy duras que los gobiernos van a tener que afrontar cuando salgamos de esta situación de crisis por la pandemia», explica Fernández Riquelme.

Asimismo, el también profesor de la Universidad de Murcia se muestra esperanzado en que «estas reformas no acaben afectando a la vida de las personas más humildes y que acaben determinando el recorte de los servicios públicos, o de los medios más necesarios para ayudar a las personas que peor la están pasando».

Una vez alcanzado el acuerdo, se escucharon voces de los protagonistas de las negociaciones. «Este es un buen pacto, un pacto sólido. Y lo que es más importante, es el pacto adecuado para Europa en este momento», dijo el presidente del Concejo Europeo, Charles Michel. Mientras, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, manifestó: «Esta noche hemos dado un gran paso hacia la recuperación».

En este sentido, Fernández Riquelme, se muestra escéptico. «Esperemos que este fondo, que se ha aprobado de manera rápida, impida que las naciones más afectadas por la crisis entren en una dinámica de destrucción de empleo, de subida sin control del déficit público o de la deuda del Estado».

«Pero claro, el problema es la letra pequeña: es un rescate, es un rescate en toda regla. Pero los países que más se van a beneficiar de este fondo de reconstrucción se niegan a usar esa palabra, por las connotaciones de pérdida de soberanía o de recortes que pueden conllevar».

Esta reflexión del Dr. Sergio Fernández Riquelme, no hace más que provocar en los españoles una sensación de experimentar un Déjà vu del primer Gobierno del expresidente Mariano Rajoy, cuando no se animaba a reconocer que España había sido rescatada, y la entonces diputada de UPyD Rosa Díez, le ‘ayudaba’ a intentar pronunciar la palabra ‘rescate’ en un pleno del Congreso. «Dígalo conmigo: res-ca-te», ironizaba Díez un 13 de junio de 2012.