El anuncio del marco para un acuerdo comercial entre Argentina y Estados Unidos generó un fuerte impacto político y económico, especialmente porque la Casa Blanca difundió el contenido antes que el propio gobierno argentino. El entendimiento plantea una apertura amplia de mercados, compromisos regulatorios y alineamientos geopolíticos de gran calibre, en un contexto en el que la economía local atraviesa una caída de empresas, pérdida de empleo y dificultades para acceder al financiamiento internacional. Mientras el gobierno celebró el anuncio como un hito, aún no existe un texto oficial presentado en el país ni claridad sobre su eventual implementación.

En diálogo con FRECUENCIA ZERO, el economista José Castillo comparó este anuncio con el intento fallido del ALCA en los años 90 y 2000, señalando que la asimetría estructural entre ambas economías sigue intacta. Recordó que en aquel entonces incluso gobiernos latinoamericanos alineados con Washington ofrecían concesiones profundas, pero finalmente era Estados Unidos quien frenaba la negociación por presiones internas, especialmente del lobby agrícola. A su juicio, la situación actual repite esa matriz: Argentina es competidora, no complementaria, de EE.UU. en sectores claves como la carne, el maíz y la soja, lo que anticipa resistencias políticas dentro del propio sistema norteamericano.

Castillo también advirtió que el marco divulgado por la Casa Blanca contiene varios “goles para Estados Unidos y ninguno para la Argentina”, incluso a ojos de economistas liberales. Señaló que sectores industriales nacionales quedarían expuestos a una competencia imposible de igualar si Argentina acepta productos estadounidenses bajo normas de EE.UU. sin certificaciones adicionales, lo que podría afectar a ramas como autopartes, maquinaria, química y farmacéutica, donde compañías locales de peso, como Bagó o Roemmers, quedarían en desventaja frente a laboratorios norteamericanos. Además, remarcó que la falta de información oficial genera incertidumbre incluso entre gobernadores y actores productivos: “Nadie sabe nada; solo conocemos lo que dijo Trump”.

El economista también destacó que varios puntos del acuerdo exceden lo comercial y responden a una estrategia geopolítica de Estados Unidos frente a China. El compromiso argentino de adoptar estándares laborales y ambientales en la evaluación de terceros países funciona, según Castillo, como un mecanismo para justificar futuras restricciones al comercio con el gigante asiático. A ello se suma el reconocimiento de EE.UU. como jurisdicción adecuada para transferencias de datos personales, lo que abre la puerta a una ventaja regulatoria para gigantes tecnológicos norteamericanos frente a actores locales y regionales. Para el analista político, es improbable que un acuerdo integral avance sin pasar por el Mercosur, pero sí podrían aplicarse fragmentos que resulten funcionales a Washington.


¿Qué dice el marco para el acuerdo?

  • Aranceles: Apertura de mercados y beneficios preferenciales para productos de EE.UU.; desgravación limitada en sentido inverso.
  • Barreras no arancelarias: Eliminación de licencias y de la tasa estadística para bienes estadounidenses.
  • Normas y certificaciones: Aceptación de estándares norteamericanos para autos, tecnología, medicamentos y dispositivos médicos.
  • Propiedad intelectual: Refuerzo de patentes y lucha contra falsificación, con impacto en la industria local.
  • Agricultura: Apertura a ganado y carne aviar de EE.UU. y simplificación de registros para carnes y lácteos.
  • Laboral y ambiental: Compromisos que funcionarán como herramientas para restringir vínculos con países como China.
  • Seguridad económica: Alineamiento con EE.UU. en controles de exportación, evasión y políticas frente a economías no de mercado.
  • Minerales críticos: Cooperación para inversiones y estabilización de mercados.
  • Digital: Reconocimiento de EE.UU. como jurisdicción adecuada para transferencias de datos y trato no discriminatorio a servicios digitales.
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