La presentación del libro “La Generala” volvió a poner el foco sobre una figura clave del gobierno nacional: la vicepresidente Victoria Villarruel. La biografía no autorizada, escrita por la periodista Emilia Delfino y publicada por editorial Planeta, reconstruye el recorrido personal, político e ideológico de una dirigente que, lejos de ocupar un rol secundario, disputa poder desde las sombras y cultiva una narrativa alternativa sobre los años más oscuros de la historia argentina. En un contexto de creciente tensión dentro de La Libertad Avanza, el libro aporta claves para entender su presente, sus alianzas y, sobre todo, su proyección futura.
En diálogo con FRECUENCIA ZERO, Delfino definió a Villarruel como “una mujer conflictiva, que vive la vida como una guerra” y que ha dejado enfrentamientos a su paso incluso dentro del espacio que la llevó al poder. Su carrera política comenzó con una fuerte vinculación a la defensa de los militares presos por delitos de lesa humanidad y las víctimas civiles de las organizaciones armadas de los ‘70. Desde campañas de apoyo a represores como Ricardo Cavallo hasta reuniones con Jorge Rafael Videla en su prisión domiciliaria, el recorrido de Villarruel por los márgenes del negacionismo es documentado con detalle en la investigación de Delfino.
El conflicto con los hermanos Milei es otro eje central del libro. Según Delfino, la desconfianza de Karina Milei hacia Villarruel fue inmediata, y la tensión se profundizó cuando la vicepresidente reclamó lugares de poder y participación en el armado político. Las promesas incumplidas de conducir los ministerios de Defensa y Seguridad, así como también su decisión de gestionar reuniones por fuera del círculo presidencial, marcaron un quiebre con Javier Milei. La autora sostiene que hoy Villarruel actúa como una figura incómoda dentro del oficialismo, una “desafiante” que no se resigna al papel decorativo que intentan asignarle.
Delfino también detalla el acercamiento de Villarruel a figuras del peronismo conservador, como Claudia Rucci y el consultor Mario “Pato” Russo, e incluso su visita a Isabel Perón en España. Esta estrategia, que tiene tanto raíces ideológicas como motivaciones personales, refuerza la hipótesis de una ambición presidencial latente. Sin equipos estables ni estructura propia, Villarruel proyecta poder desde los márgenes, con una narrativa que desafía tanto a sus aliados como a la historia oficial del país. “Hay un deseo, una ambición de ser presidenta”, asegura Delfino. El tiempo dirá si esa batalla encuentra un ejército que la acompañe.